Vuelo Nocturno

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Documentar la leyenda

Ignacio Andrés Amarillo
iamarillo@ellitoral.com

Nicolás Herzog se anima en “Vuelo nocturno: las princesitas argentinas de Saint-Exupéry” a una tarea difícil: abordar un tema que tiene numerosas subhistorias sin caer en la digresión en tanto que falla narrativa. No es raro ver documentales en los que por abrir puertas a fenómenos conexos al tema original a los autores se les “escapa la tortuga” y el espectador se pierde en el “todo tiene que ver con todo” (frase atribuida a Pancho Ibáñez). Otro caso (no haremos nombres aquí, seamos caballeros) es cuando el trabajo sobre el terreno muestra cosas novedosas que reducen al disparador de la investigación a una cuestión anecdótica, y eso no es plenamente asumido desde la realización.

El oasis
La anécdota de origen es interesante de por sí: una figura célebre en todo el mundo, Antoine de Saint-Exupéry, en los años previos (y formativos) antes de convertirse en tal, tiene un encuentro crucial. Como piloto y responsable de la Aeroposta Argentina, “Saint-Ex” (como lo apodan en Francia) debió hacer una parada de emergencia en un campo de Concordia, Entre Ríos. Allí conoció a las hijas de la familia Fuchs (de origen francés), quienes lo introdujeron en la por entonces residencia familiar, el castillo San Carlos. Allí, el aviador literato encontró un remanso, al que volvería un par de veces.
Ahí es donde empiezan a abrirse las diferentes subtramas. En primer lugar, porque el episodio inspiró el capítulo “Oasis” de su libro “Tierra de hombres”, que a su vez originó un proyecto cinematográfico de Jean Renoir (parte del cementerio de películas truncas que igual fueron inspiracionales, al lado de la “Dune” de Alejandro Jodorowski), del que quedó una serie de audios, en cuyas notas el escritor recapitula la experiencia para el cineasta, reimaginándola (¿o introduciendo elementos que no puso en su primera versión?).
Después vino la teoría de que esas vivencias litoraleñas fueron la base de “El Principito”, la obra cumbre de Saint-Exupéry: el zorrito de las “princesitas argentinas”, sus respuestas pícaras (especialmente de Edda): eso motivó el interés de medios franceses en investigar la historia, como así también la profundización de la mistificación de las ruinas del castillo y de la propia Concordia en torno al tema, para el turismo y para sí mismos. “Tenemos nuestro propio castillo de Drácula”, “somos la familia argentina de Saint-Exupéry”, afirman con entusiasmo unos “panzaverdes” que orlan con la efigie rubiecita del Petit Prince escuelas, comparsas y representaciones populares.

Multiplicidad
La pátina de mito es quizás el escudo protector de Herzog: “El mito encierra todas sus versiones”, diría Claude Lévi-Strauss. Entonces puede presentar la versión narrada por los lugareños o por los últimos Fuchs (parte de ese mismo ambiente) sobre que las chicas lo encontraron en el campo, o la versión de “Tierra de hombres”, en la que se las cruza por primera vez en el pórtico del castillo.
Desde el punto de vista visual, cruza respectivamente el registro documental en alta definición, con gran toma de sonido directo (uno puede sentir la respiración del lugar), apoyado en un rodaje Súper 8 donde “recrea” a las chicas, contraponiéndolas con la primera ficcionalización de las mismas (“Oasis”, del concordiense Danilo Lavigne). De fondo, hay una buena base de archivo, especialmente los audios a Renoir y una entrevista de la televisión francesa a Edda y Suzanne Fuchs, ya mayores y “solteronas”. Todos son Antoine, Edda y Suzanne: los tomados “del natural”, los actuados, los narrados por otros. Todos tienen su propio estatuto de “verdad”.

Extrañamiento
Pero la digresión está presente: la narración se quiebra para trasladarnos a Lyon, Francia, para conocer el castillo de Saint-Maurice-de-Rémens, donde nació Saint-Ex en cuna de oro. El espectador puede sentir por un rato una cierta desazón (¿habrá Herzog extraviado el rumbo narrativo?) que se supera cuando llegamos por un lado a los sobrinos del protagonista y por el otro a una serie de revelaciones emotivas que echarán luz sobre aquel encuentro crucial: punto para el documentalista.
El bucle se cierra sobre el final, en el mismo tono, como para que el espectador se construya su propias ideas al respecto. ¿Fue una parada más en el camino del aviador trotamundos, o una instancia decisiva? ¿Se enamoró (al menos platónicamente) Antoine? y, en tal caso, ¿de quién? ¿De la introvertida Suzanne, con la chispeante Edda como confidente, o de la propia Edda, que insinuó una idealización del autor? Preguntas abiertas, elementos para nuevos ejercicios narrativos.

*** BUENA

“Vuelo nocturno: las princesitas argentinas de Saint-Exupéry”
Ídem (Argentina, 2016). Guión, dirección y producción: Nicolás Herzog. Fotografía: Gastón Delecluze y Leonel Pazos Scioli. Música: Ezequiel Luka y Gerardo Morel. Edición: Sebastián Miranda y Nicolás Herzog. Diseño de producción: Diego Moiso. Intérpretes y entrevistados: Edda Fuchs, Nora Fuchs, Agustina Schenberger, Mora Solana Sorokin, Jorge Fuchs, Frédéric D’Agay, Silvina Molina, Marcelo Cortiana, Clara Rivero. Duración: 70 minutos. Apta para todo público. Se exhibe en Cine América.