Voley

Crítica de José Heinz - La Voz del Interior

El final del verano.

En Vóley, Martín Piroyansky retrata en clave de comedia a un grupo de amigos que entran en conflicto a partir de la tensión sexual que generan entre sí.

Hay una especie de sentimiento fugaz que une los trabajos de Martín Piroyansky, el intento por dibujar la viñeta siguiente a la fase coming of age, un género que muestra el paso de un periodo de vida al siguiente (por lo general, de la adolescencia a la adultez). En Vóley, ese retrato (que pareciera extenderse cada vez más con el correr de los años) está en clave de comedia, aunque algunas escenas provoquen más melancolía que gracia.

Un grupo de amigos decide pasar sus vacaciones en una casa de verano del Tigre, propiedad de la familia de Nicolás (Piroyansky), al que apodan “Cavernico” por sus impulsos hormonales: es divertido, promiscuo y mantiene sus sentimientos controlados a través de un discurso antropológico bastante subjetivo y de muy dudable validez. Lo acompañan Pilar (una especie de amiga con derecho, interpretada por Inés Efrón), su gran compañero Nacho (Chino Darín) y su novia Manuela (Violeta Urtizberea), y la misteriosa y esnob Cata (Vera Spinetta). Minutos después de su llegada a la casa se les suma Belén (Justina Bustos), amiga de Manuela, una rubia de belleza intimidante que despierta una tensión sexual muy palpable en el ambiente.

Cada uno interpreta una suerte de estereotipo de la post adolescencia, personalidades que juegan con emociones y valores propios de una época y una clase social puntuales. La película plantea un cuadro de situación en el que los perfiles entran en conflicto a partir de la convivencia. La chica retraída e intelectual, la soñadora y colgada, la responsable y obsesiva, la seductora y segura, el chico maduro, el despreocupado: cada personaje juega su rol en un escenario bucólico y libre, con la falta de preocupaciones que permiten las vacaciones, y motivados por las drogas y la música.

En su búsqueda estética, el Piroyansky director usa los colores opacos, una técnica probablemente inspirada en cierto cine de autor norteamericano (incluso la fuente tipográfica de los créditos es amarilla y con ausencia de mayúsculas), y la ropa de los chicos es informal pero cool, muy en sintonía con tendencias actuales, algo que también se percibe en algunas líneas de diálogo y chistes que en otra época seguramente no hubieran funcionado. Es un poco exagerado calificar a Vóley como una película generacional, pero queda claro que está la intención de retratar costumbres de cierta juventud de hoy.

Todos los habitantes de la casa viven aventuras –sexuales y sentimentales–, pero es Nicolás el que juega más fuerte. Es la figura central de ese partido de vóley en el que todas las tensiones laten por debajo de la adrenalina deportiva, una escena que resume el clima de esas vacaciones con excesos y romances intermitentes. Y como todo el mundo sabe, en algún momento las vacaciones se terminan.