Voces doradas

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

OTRO TIEMPO, OTRO LUGAR

Como tantos otros, luego del colapso de la Unión Soviética, Victor y Raya emigraron hacia Israel para intentar construir allí una nueva vida. Su especialidad era el doblaje de películas y hacerse un camino en ese territorio no parece tarea sencilla para los protagonistas: otro lugar, otro mundo, otra cultura, otras tecnologías que surgen en esa industria y que parecen terminar con un presente congelado en el tiempo hasta hace no muy poco. Esta tragicomedia israelí de Evgeny Ruman aborda específicamente el drama de los inmigrantes, de rehacer la vida en un territorio desconocido, algo que se complejiza en el caso de Victor y Raya porque se trata de adultos y de una pareja en crisis.

Voces doradas está ambientada en 1990 y si bien el año y el lugar determinan un contexto político y social, la película avanza progresivamente hacia conflictos más universales como el agotamiento en el vínculo de una pareja, las expectativas personales y el deseo, las ansias de independencia y el machismo de un hombre de una generación para la cual los roles de la pareja estaban más que prefijados culturalmente. Se podría decir en ese sentido que Ruman desaprovecha un poco el contexto, porque por momentos da lo mismo que la historia de Victor y Raya esté ambientada en el presente o en el pasado. Pero en cierta forma hay algo demodé, antiguo, en la forma de narrar del director y en los modos que adquiere esta comedia asordinada en la que el drama de los personajes está atravesado por un espíritu burlón nunca definido.

Especialmente ese tono entre trágico y burlesco que maneja la película es la que la vuelve un objeto raro, pero también algo digno de admiración. Hay algo en el gesto y en el tono que asemeja esta película al cine de Aki Kaurismäki y en la dinámica de la pareja protagónica algo similar a lo que sucede con los personajes imprevisibles de los belgas Dominique Abel, Fiona Gordon y Bruno Romy, creadores de Rumba entre otros films. Y para que esto funcione, Ruman cuenta con las invalorables máscaras de Maria Belkin y Vladimir Friedman, quienes hacen de esos personajes anclados en otro tiempo las criaturas perfectas para aligerar el patetismo de algunas situaciones y convertirlas en una risa siempre interrumpida por un dejo de amargura. Lo que se dice, una tragicomedia en toda regla.