Vivir al límite

Crítica de Javier Pez - CbaNoticias

La cámara inquieta de Kathryn Bigelow hace foco en los pequeños cablecitos y componentes de las bombas escondidas en los escombros y la basura de Bagdad. La tensión se apodera del espectador. Lejos de ser la película plagada de acción que vende el avance promocional (montado al mejor estilo MTV), Vivir al límite (The hurt locker) se aleja del punto de vista clásico de este tipo de films y pretende contar, desde un lugar central, el accionar de un equipo que desactiva explosivos.

La mirada central o neutra es imposible. La cámara acompaña al grupo elite yanqui, se mete en sus bunkers y somos “nosotros” que vamos a desarmar las bombas instaladas por los “otros”. Si bien la realizadora evita los relatos motivadores por parte de algún alto funcionario y tampoco inspira el patriotismo con los bastones y las estrellas de la bandera, una larga, tensa (y magnifica) secuencia en el desierto muestra para qué lado se inclina la balanza.

El relato tiene la particularidad de mostrar y contar conflictos en todas las escalas. Partiendo del más grande, la invasión yanqui a Irak, hasta el mínimo conflicto interno de cada soldado y, por supuesto, la relación jefe-subordinado, que es la base de las fuerzas armadas. La búsqueda y la necesidad de adrenalina por parte de un nuevo integrante del grupo acarrearán las complicaciones necesarias para que la película avance. De a poco el espectador caerá en la cuenta de quien es cada uno y su postura frente a este momento de su vida. El “countdown” que marca cuantos días faltan para el cambio de tropa, deja algo bien claro, nadie, o casi nadie, quiere estar ahí.

Cuesta muchísimo escribir sobre un film como éste. Por momentos el relato parece no avanzar y de a ratos se hace lento y tedioso. Pero cuando uno termina de ver la película, instantáneamente se da cuenta que acaba de ver un buen film y de que sufrió en carne propia con los protagonistas esos días en Bagdad; con soldados que pasan todo el tiempo juntos, pero que no son amigos, sino simples compañeros y que probablemente no sepan el nombre de pila del tipo que acaban de matar a dos metros de distancia.

Apelando a algunas emociones propias del género, como el compañerismo en situaciones extremas, el valor y sobretodo el miedo, la realizadora muestra con pequeños (pero contundentes) gestos como es la relación entre éstos desconocidos.

Si bien la película es, como dije anteriormente, buena, dista mucho de ser la gran película que, a mi criterio, la crítica ha sobrevalorado, sobretodo desde el martes, día que se conocieron sus 9 nominaciones a los Oscar (premios que ya han demostrado no ser sinónimo de garantía). Se podría decir que estamos frente a un film que merece ser visto, pero que no ofrece el entretenimiento que la mayoría de las personas van a buscar a las salas y es más para el living de casa un domingo a la tarde.