Viviendo con el enemigo

Crítica de Alina Spicoli - Estrelladas TV

Amor en tiempos difíciles

Viviendo con el Enemigo (The Aftermath, 2019) es una película dramática de época dirigida por James Kent (Testamento de Juventud, 2014) y co-escrita por Joe Shrapnel, Anna Waterhouse y Rhidian Brook, autor galés de la novela homónima en la que la cinta está basada. Producida por Ridley Scott, el reparto incluye a Keira Knightley, Alexander Skarsgård (Big Little Lies, La Leyenda de Tarzán), Jason Clarke, Flora Thiemann, Fionn O'Shea, Kate Phillips, Anna Katharina Schimrigk, entre otros.

Alemania, 1946. Luego de la victoria de los Aliados, Rachael Morgan (Keira Knightley) se baja del tren en Hamburgo para reencontrarse con su marido Lewis (Jason Clarke), coronel británico que allí debe ocuparse de reconstruir la invernal ciudad bombardeada. La pareja pasará a alojarse en la enorme y ordenada casa del alemán viudo Stephen Lubert (Alexander Skarsgård), arquitecto que vive con su hija adolescente Freda (Flora Thiemann). Ellos están próximos a mudarse a un campamento de refugiados, sin embargo Lewis consulta con su esposa si no es mejor permitirles que se queden, lo cual a Rachael no le convence mucho pero termina aceptándolo. Con Lewis pasando más horas fuera del hogar debido a su trabajo, la intimidad entre Rachael y Herr Lubert será inevitable.

Ya son bastantes las películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, es por eso que el nuevo filme de James Kent resulta un soplo de aire fresco para los dramas de época: aquí seremos testigos de cómo quedó Europa después del conflicto y el panorama no es para nada alentador. Las innumerables muertes de personas inocentes, las casas hechas trizas y el polvo en cada rincón, sumado a un gélido invierno, generan una atmósfera entristecedora que se contrapone con la lujosa mansión en donde los protagonistas conviven.

Indudablemente Keira Knightley es la opción ideal para historias de este estilo. A la actriz la cámara la adora, siendo muy fácil empatizar con Rachael de inmediato, una mujer que sufrió la pérdida en primera persona al igual que el alemán. Si hay algo que la película derrocha es tensión sexual entre estos dos personajes, una tensión que está súper bien desarrollada: el director consigue con éxito que no juzguemos a nadie por las decisiones que toman, más bien lo que se da es comprensión por la situación de cada uno. En este relato no existen personas buenas ni malas, más bien hay humanos padecientes, que son incapaces de expresar con palabras el dolor que sienten y la soledad los carcome por dentro así como necesitan urgentemente el contacto físico.

Con una preciosa fotografía a cargo de Franz Lustig, la película también demuestra la división que había en ese entonces entre ingleses y alemanes. Los primeros no querían ni acercarse a sus “enemigos” debido a ideas preconcebidas, sin embargo una vez que se entabla conversación se hace más notorio que no deberían existir líneas separadoras ya que cualquiera, sea de la nacionalidad que sea, se ha visto afectado por la guerra.

Solo hay una cosa que objetarle a esta producción y se basa en la subtrama que existe con respecto al personaje de la hija adolescente de Herr Lubert. La joven está implicada con un chico que forma parte de la organización paramilitar Hitler Youth. Aunque este tópico también es interesante, tiene muy pocas escenas en el filme, lo que deja varias incógnitas al respecto y da como resultado una situación un tanto inverosímil.

Por otro lado, el desenlace inesperado sorprenderá a más de uno y dejará las emociones a flor de piel. Por más que sea correctísimo, uno no queda satisfecho, dejando una sensación rara luego de salir de la sala.

Llena de sensualidad y deseo, Viviendo con el Enemigo construye una trama atrapante alrededor de la manera que tiene cada uno de afrontar la pérdida, la culpa y el “qué pasó después”, que es tan relevante como la guerra misma. Con actuaciones muy dignas y espléndidos vestuarios, una vez más Keira Knightley demuestra que está hecha para papeles de época sólidos y profundos.