Viviendo con el enemigo

Crítica de Alejandro Turdó - A Sala Llena

Novelón de posguerra.

Abundan en el séptimo arte las historias que suceden durante la Segunda Mundial. Tal vez por ese motivo Viviendo con el enemigo (The Aftermath, 2019) eligió centrar su conflicto en el marco de posguerra. Todo quedó en manos de James Kent, director proveniente de la televisión y prácticamente sin experiencia en ámbito cinematográfico.

La que se cuenta es la historia de Rachael Morgan (Keira Knightley), quien viaja a una arrasada Hamburgo para acompañar a su esposo, un militar británico interpretado por Jason Clarke, durante los meses posteriores al triunfo de los aliados en tierras bávaras. A la pareja le es asignada una lujosa casa en la cual vivir, perteneciente a una familia que perdió a la madre durante los bombardeos en la ciudad, sobreviviendo el padre Stephen Lubert (Alexander Skarsgard) y su hija adolescente. Por un motivo poco desarrollado, ambas familias deben vivir bajo el mismo techo, motivo generador de diversos puntos de tensión que van desde lo cultural y social hasta lo llanamente sexual, al punto tal que la señora Morgan comienza un pequeño affair con el señor Lubert.

La historia basada en el libro de Rhidian Brook deriva en un dramón a tono con la novela de la tarde, a base de un melodrama que se construye de forma meticulosa durante gran parte del relato y de manera inexplicable decide quemar gran parte de sus cartuchos en el tercer acto, obteniendo como resultado una progresión narrativa bastante despareja.

Tanto Knightley como Clarke reinciden en esta clase de roles llamativamente iterativos en sus respectivas carreras: ella como la mujer sufrida que busca una vía de escape de su realidad y él como ese hombre recio incapaz de comprender (al menos hasta que ya es demasiado tarde) lo mal que la pasan quienes lo acompañan cotidianamente.

Hay un gran trabajo a nivel diseño de arte, en particular durante aquellas secuencias que nos muestran a una Hamburgo destruida por los bombardeos de los aliados, luchando por una reconstrucción que parece sufrirse ladrillo a ladrillo a coste de los más pobres. A pesar de tratarse de un eje menor dentro del film, también hay una representación interesante respecto del escenario de posguerra y los nuevos conflictos del pueblo alemán tras las derrota en la que derivó el conflicto bélico.

El mayor problema de Viviendo con el enemigo probablemente sea haber puesto en primer lugar esta suerte de triángulo amoroso que carece del interés, la frescura y la tensión necesarias. Más aún teniendo en cuenta la riqueza del resto de los ejes “satélite” que podrían haber entregado una historia mucho más atractiva en el caso de que hubiesen conseguido el espacio necesario dentro del relato.