¡Vivan las antípodas!

Crítica de Nicolás Manca - El Espectador Avezado

Cuando leí el título de la película pensé que se trataba sobre Australia. Sí, el hecho es que había leído un libro titulado “En las antípodas” de Bill Bryson, y este trataba sobre Australia, básicamente sobre su viaje hacia este país. Yo honestamente pensé que en todo el mundo se conocía a Australia como Las Antípodas, por el hecho de estar al otro lado del mundo´, al otro lado del mundo para los estadounidenses, pero bueno, en general tienden a controlar la forma de pensar, o por lo menos de nombrar e incluso ver las cosas en el resto de nosotros.
En realidad Estados Unidos tiene solo dos pequeñas zonas con antípodas Hawái con Botsuana como se verá en el documental y pequeños espacios de Dakota del Norte y Colorado con ciertas pequeñas islas del océano Índico, pero bueno, se entienden las licencias, y por qué este tipo con el mejor trabajo que se me puede ocurrir (viaja por el mundo y luego escribe sobre ello) decidió titular su libro de esa manera.
Así que yo leí un libro entero sin saber que era específicamente una antípoda, y como buen hombre post moderno y si bien hoy en día todo está a un click de distancia, no fui capaz de hacer ese click, y por varios meses y puede que años estuve equivocado en un aspecto de mi vida, en uno de millones, pero por lo menos no lo estoy más.
Una antípoda es el punto en el planeta exactamente opuesto a otro punto. O sea son dos puntos que están lo más lejos que se puede estar en este pequeño mundo que vivimos. Ya que más del 70% de La Tierra está compuesta por agua, estos puntos son bastantes escasos. “Vivan las antípodas” trata sobre 8 de ellos, 4 pares de antípodas

Desde la soledad de un pequeño paraje en Entre Ríos (Argentina) hacia la inmensidad de Shanghái, desde una casa que quedó aislada en medio de un mar de lava petrificada donde un hombre vive con su perro, hasta un pequeño poblado de Botsuana donde la gente interactúa con elefantes, leones, hipopótamos, y quien sabe cuántos animales más, desde una montaña en España donde no divisamos vida humana, pero si gran cantidad de vida animal y vegetal hasta una playa en Nueva Zelanda donde una ballena quedó varada en la costa y el pueblo lucha por devolverla al mar y desde una pequeña casa a la costa del lago más profundo del mundo , el Baikal, en Rusia donde una madre recibió la visita de su hija que estudia en un colegio lejos de su casa, hasta un punto en la Patagonia Chilena, que no está especificado pero que a mí me parece ser las Torres del Paine donde un hombre se pasa el día junto a ovejas, mirando cóndores, etc., este documental nos embarca por un viaje alrededor del mundo, viendo los contrastes, y no tantos que existen entre dos locaciones del planeta, que se encuentran a un mundo de distancia.
El documental carece de narrativa tradicional. Los documentales suelen contar con una voz un narrador con voz en off, o no, o con entrevistas, o por lo menos con ciertos textos, imágenes, que nos expliquen qué está pasando. Este documental apenas si posee algunas palabras escritas y no mucho más. Si bien se nos muestran varios personajes que entablan conversaciones, o realizan actividades, estás son mínimas.
Básicamente el documental es un cúmulo de imágenes, de paisajes, de recursos cinematográficos. Nos muestran dos lugares en el mismo momento, el amanecer y el atardecer, en invierno, y el verano, pero no más.
Es un sueño para un geógrafo, para un viajero del mundo, puede que le recuerde experiencias, pero para una persona común y corriente, si es que eso existe, el mismo puede tornarse un tanto denso.
En definitiva es algo distinto a lo que estoy acostumbrado, no por eso malo, sino simplemente más difícil de apreciar, un tanto extraño de acuerdo a mis parámetros, pero posee una premisa interesante, y podemos disfrutar de grandes imágenes, de paisajes soñados de lugares hermosos.