¡Vivan las antípodas!

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

Lo opuesto y lo más singular

El filme logra sumergir al espectador en otro tiempo, a la vez que hace sentir que el universo tiene sus propias reglas, imposibles de modificar.

El director Victor Kossakovsky, nacido en San Petersburgo en 1961, se tomó el trabajo de investigar que tenían de opuesto una localidad de la Argentina con una gran ciudad china.

Así surgió "Vivan las antípodas!", un documental que cautiva por sus imágenes, por momentos monumentales, en las que cuesta divisar el horizonte y en las que la naturaleza se impone con un ímpetu, que hace sentir al que observa como un ser diminuto y hasta, quizás, innecesario.

El filme compara cuatro pares de lugares, ubicados en distintos países: Rusia y Chile, China y la Argentina, Hawai y Botsuana y España y Nueva Zelanda.

EN ENTRE RIOS

El punto de partida es un lugar solitario cercano a la ciudad de Villaguay, en Entre Ríos, en el que dos hermanos de unos cincuenta años, forman parte de tres generaciones que cuidan de una balsa que permite cruzar el río Gualeguay. En tiempos de sequía la balsa se convierte en un puente transitables apoyado en le lecho del río, mientras ellos observan el horizonte.

El diálogo que mantienen los hermanos cuando toman mate, o miran a los perros jugar, adquiere sesgos metafísicos que pueden aludir al tiempo, a los ciclos de la naturaleza, o a los cambios climáticos.

La "antípoda" del ignoto lugar entrerriano es Shanghai, en China, donde todo es movimiento y el avance tecnológico permite que autos de última generación se desplacen como hormigas por una autopista, o cientos de peatones se muevan intermitentemente por sus calles. Luego se compara Chile y Rusia y la actividad de unos agricultores en un continente y otro.

El filme logra sumergir al espectador en otro tiempo, a la vez que hace sentir que el universo tiene sus propias reglas, imposibles de modificar.