Viva

Crítica de Ximena Brennan - A Sala Llena

Temple de acero

Un remoto lugar en La Havana, Cuba, fue el escenario que eligió el director irlandés Paddy Breathnach para relatar con planos genéricos pero potentes una extraordinaria historia real de la que fue testigo en uno de sus viajes: Jesús (Héctor Medina) es un chico que todos los sábados se convierte en Viva (2015).

El joven es peluquero y su vida está signada por la desesperación y las ansias de libertad (tanto emocional como física). Se la rebusca como puede para mantener su humilde hogar y asiste a un club de drag queens donde trabaja principalmente para Mama (Luis Alberto García), una especie de tutor y consejero. Pero el verdadero objetivo de Jesús, a la larga, es convertirse en un artista y deslumbrar al público. Cuando por fin se anima a subir al escenario, aparece sorpresivamente su padre (Luis Perugorría), desaparecido durante años, que se convertirá en el mayor de sus problemas.

Como era de esperarse, su progenitor no acepta la voluntad de su hijo de ser un actor travesti, y es aquí donde comienza una relación de tensión y violencia que signará casi toda la película. Por su parte, entre pelucas femeninas, corsets y pestañas postizas, Breathnach va construyendo de a poco el universo de Jesús (con un amplio registro actoral que se disfruta con cada gesto), donde los componentes masculinos van teniendo cada vez menos trascendencia.

Los silencios, un ritmo lento pero preciso y una banda sonora compuesta por canciones de Cacho Castaña, Rosita Fornés y Massiel se convierten en exquisitos acompañamientos para el retrato de una infancia desmoronada (como La Havana misma) por el vacío emocional y la pobreza, pero también vitales para el surgimiento de la figura de Viva -representada siempre con los colores rosa y blanco- como elemento esperanzador.

Luego de participar en varios festivales internacionales (Sundance, Telluride, Sydney, entre otros) y de haber sido seleccionada para representar a Irlanda en la 88va edición de los Premios Oscar, Viva -que tiene como productor ejecutivo a un personaje más que representativo de la cultura latinoamericana: Benicio del Toro- se presenta desvergonzada, directa y llena de vida a pesar de su cargado relato sobre la desolación. A esta altura ya podemos decir que este retrato del artista travesti cubano es todo un hecho artístico.