Viva la libertá

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Cine político de emergencia

El actor Toni Servillo protagoniza Viva la libertad, la película de Roberto Andó que cuestiona la impericia de los políticos italianos.

El director italiano Roberto Andó expone sus ideas sobre el estado actual de la política italiana, y, por efecto globalizador, lanza dardos a las democracias occidentales. En medio del tembladeral de las elecciones, el secretario del partido opositor, Enrico Oliveri, decide huir de las responsabilidades y del 17 por ciento de las encuestas. En el círculo más íntimo del político surge la idea de reemplazarlo y salvar el partido del desastre ante la opinión pública.

Toni Servillo (La gran belleza) se pone a los hombros una película que plantea el valor de la verdad en la construcción política. El actor se desdobla en los roles de Enrico y su hermano Giovanni, cada uno con sus gestos y conceptos de la vida. El trabajo de interpretación muestra la evolución de Enrico mientras Giovanni asume el personaje lúcido y loco. El filósofo, con un universo ampliado por los psicofármacos, cautiva a las audiencias.

"Catástrofe" y "miedo" son las palabras que elige el flamante político para derribar la mampostería de un partido amanerado a fuerza de componendas.

La tesis de Andó es clara: "El miedo es la música de la democracia". Lo dice Giovanni que más tarde pide al presidente: "No pisotee la dignidad del que no puede defenderse".

La película transita por el filo de la tragicomedia. Así como el abismo es la imagen con que los electores se identifican, Enrico se enfrenta con su incapacidad por saber cuál es el destino colectivo que lo involucra. "No ha logrado nunca ser él mismo", afirma Giovanni.

También aparece el cine como tema y lenguaje, con una brevísima inclusión de declaraciones de Federico Fellini y el entorno de la película en cuya filmación participa involuntariamente Enrico.

Servillo se luce en los momentos de gran comediante melancólico: baila, vence las resistencias del presidente y la canciller, juega. Lo acompaña Mario Mastandrea como el hombre de confianza del secretario del partido. Mastandrea es el testigo en medio del escenario, el nexo entre ese hombre que recita Brecht y baila tango, y la tradición de partidos y contiendas.

Andó se permite licencias poéticas, entre ellas, el recurso del doble. El director milita la idea de que el cine puede ser portavoz de una posición política, también, un diálogo entre el espectador y el ciudadano que se expresa a través de la cámara.