Viva la libertá

Crítica de Aníbal Perotti - Cinemarama

D’Alema, di’ una cosa di sinistra!

Como un síntoma de la inercia política europea, el comienzo de la película recuerda a la maravillosa Aprile: un partido de izquierda moderada, con pocas ideas y representado por un líder sin carisma, ve como se desmoronan los números de las encuestas para las próximas elecciones. Nada parece haber cambiado en el panorama político italiano desde la caída del muro. Pero la ficción de Roberto Andò se permite un giro sorprendente (e inverosímil) que deja a los protagonistas bien lejos de los políticos reales a los que Nanni Moretti les pide al menos una reacción.

De un día para el otro, luego de dejarse insultar rotundamente por una mujer en una reunión política, el líder Enrico Oliveri se fuga a París en busca de un antiguo amor. Entonces, en un ambiente de confusión y pánico, su mujer y su fiel consejero deciden acudir a Giovanni, el hermano gemelo del político, para reemplazarlo y mantener viva la ilusión del regreso. El hermano, un filósofo excéntrico que acaba de salir de un hospital psiquiátrico, acepta y cumple su misión más allá de las expectativas. Giovanni habla claro y dispara sorprendentes digresiones sobre el significado del compromiso, el mal o la pasión política. El filósofo utiliza un lenguaje que la izquierda ha olvidado durante décadas. El impostor incomoda, estimula, es gracioso, hace soñar y logra cambiar la tendencia electoral.

Paralelamente a este ascenso meteórico, seguimos la dulce convalecencia del verdadero Oliveri en Francia, alojado en la casa de su ex amante. A través de este programa doble el director reclama sencillez y honestidad a quienes nos gobiernan. Pero sus loables intenciones quedan expuestas con ingenuidad: el crudo discurso del filósofo no es un sustituto creíble para el lenguaje moderado de la política. De todos modos, la confrontación da lugar a los momentos más hilarantes de la película, gracias a la interpretación inspirada del gran Toni Servillo que encarna con soltura a los dos gemelos. El actor es la columna vertebral de una película alegre, cándida y levemente irónica. Un discreto elogio de la locura.