Visages Villages

Crítica de Kekena Corvalán - Leedor.com

Recientemente homenajeada por la Academia con un Oscar a la trayectoria y compitiendo con Visages Villages al mismo premio en el rubro Mejor Película Documental, Agnes Vardá, próxima a cumplir los 90, ya queda como una de las más interesantes artistas mujeres contemporáneas, por trayectoria pero sobre todo por gesto poético, calidad fotográfica y cinematográfica y potencia conceptual en cada una de sus producciones, una larga lista que hemos tratado de reseñar en una nota anterior, que invitamos a leer aquí (Películas recomendadas sobre artistas: Agnes Vardá).

La nueva película en cuestión es realizada de la mano y de los ojos de JR, un interesante artista gráfico y urbano francés, de quien ya habíamos tenido una prueba de su arte en 2014, como dejamos registro en esta nota: Empapelan de rostros El Panteón de París durante su restauración.

Lo cierto es que JR le presta manos, piernas y ojos a una activa, lúcida y fresca artista que aún tiene mucho para decir. Como trashumantes en busca de historias, salen a encontrar espacios donde mostrar las imágenes que condensan las vidas que van conociendo, articulándose en estaciones de un recorrido que vuelve a redescubrir, como ya había hecho en Les Glaneurs y le glanese (Los espigadores y la espigadora), personajes y situaciones ignotos, la Francia profunda, campesina, idealista, trabajadora, haciendo del cine un documental social y poético.

Y ya de entrada comprendemos que la película hablará de eso, de caras y lugares que son tan próximos a Vardá. Tres personajes que fueron tan queridos, dos hombres, Jacques Demy y Jean Luc Godard, y una mujer, Nathalie Sarraute, para dar cuenta de una época central de la Francia cultural e ideológica que marcó un umbral de época que va mucho más allá de la Nouvelle Vague y la Nouveau Roman. Porque Visages son los rostros que Agnes no quiere olvidar, con la lucidez de que para eso están la fotografía y el cine, para darnos la ilusión de que nada va a perderse, de que todo estuvo ahí.

Pensando así esta película se vuelve un enorme manifiesto autobiográfico, donde los retratos que construyen ambxs directorxs actualizan todo el sistema de obra de la belga. De Daguerrotypes a Las Playas de Agnés, pasando por Cléo de 5 a 7 y por sus cortometrajes de andanzas con Anna Karina y Godard, estamos ante una obra tan coherente como potente que no deja de enseñarnos, una master class sobre las relaciones entre cine y afectos, arte y vida, fotografía como performance y acción, instante y duración, arder o durar.

También es una obra bucólica, idílica, esperanzada, y por eso también, muy política, que muestra los rostros de otra Normandía, con marcas de los alemanes y la Segunda Guerra pero también con ecologistas que cuidan las cabras e imágenes que finalmente las oponen a un mundo mecanizado y desnaturalizado.

El sistema de JR, su cámara/impresora ambulante es el instrumento que potencia el mundo Vardá. Y en este dueto de andares y enunciaciones conjuntas, hay también una enseñanza sobre prácticas artísticas contemporáneas, un asumirnos en la ganancia de lo que vamos perdiendo, una necesidad vital de seguir haciendo a pesar de los pesares, retomando la asunción del divino Roland cuando escribió aquello de que “la fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente”, pero a pesar de ello y para ello, justamente, hay que seguir creando.