Virus:32

Crítica de Elian Aguilar - Cultura Geek&Pop

Virus:32 – Una de zombies, en serio
De Uruguay y Argentina para el mundo: la reinvindicación de un género que se niega a morir.

¿Qué harías si de repente todo a tu alrededor se derrumba y las personas empiezan a asesinar a mansalva? ¿Y si tu hija está en peligro? Gustavo Hernández sorprendió en 2010 con la película independiente uruguaya La Casa Muda, y ahora volvió a reclamar su título de Master of Horror rioplatense… esto es Virus:32.

¿De qué va?

Un virus se propaga por las calles de Montevideo, desatando una masacre escalofriante. Los enfermos se convierten en rabiosos cazadores que únicamente calman su fiebre matando a los que aún no han sido infectados. Desconociendo la situación, Iris y su hija pasan el día en el club de deportes donde Iris trabaja como guardia de seguridad. Esa noche, comenzará una salvaje lucha de supervivencia. La esperanza por fin aparece cuando descubren que luego de cada ataque, los infectados tienen 32 segundos de calma antes de volver a atacar.

Desde los años 70s, el género puramente cinematográfico creado por George Romero (con varias proto-instancias antes) no dejó de estar presente en la cultura. Mezclándose con la comedia, el fantástico, el terror más puro… siempre fue un tipo de relato que se niega a perecer. Pero ¿hay más que contar?

Es un día común y corriente en Uruguay, Iris (Paula Silva) acepta a regañadientes cuidar durante la jornada laboral a su hija Tata (Pilar García), es cuidadora de un club abandonado en aras de que nadie lo ocupe. De repente, afuera el mundo se empieza a caer a pedazos.

El director dio muestras de saber usar la cámara. Su película La Casa Muda (ya nombrada) tenía la particularidad de ser todo un gran plano secuencia (herramienta del lenguaje audiovisual que consta en nunca cortar la cámara, obviamente se miente para dar esa sensación), y en Virus:32 sube la apuesta. Todo se inicia con un preciso y precioso plano secuencia en donde comenzamos a percibir que las cosas no están del todo bien aunque su protagonista no se percate. A partir de ahí, más y más planos bellamente compuestos e iluminados.

Virus:32 no es una experiencia para estómagos débiles. Es dura, fuerte, incorrecta, un tour de force para quienes no consumen el género. Los y las amantes de los come-cerebros entenderán la búsqueda por estirar una y otra vez los márgenes, conociendo los elementos base de su concepción.

Además de la factoría técnica que nombré más arriba, tiene un preciso trabajo de realización, de ritmo y tiempos, logrando un in crescendo constante, que ayuda hacia el final a una sensación que todo se fue al demonio y que es gigantesco. De haber arrancado muy arriba, no existiría tal crecimiento… conociendo el género y los propios límites, todo se puede explotar mucho más y mejor.

Las actuaciones son muy acertadas, y ayudan al desarrollo de la empatía para con estos personajes que serán carne de cañón como en todas las películas de este tipo. Paula Silva (una mezcla entre la argentina Clara Kovacic y Sansa Stark) logra atravesar varios estados diferentes, respondiendo a una historia de vida que la convirtió y la hizo interpretar un papel como método de defensa. Lo de Daniel Hendler es para aplaudir de pie, logrando un sobreviviente de esos que llegan al extremo con tal de sobrevivir y proteger a los suyos. Su parquedad y crudeza maridan muy bien con la protagonista, haciendo que sus escenas juntos sean igualmente incómodas y sorpresivas.

¿Tiene arbitrariedades? ¡Obvio! Todas las películas explotation las tienen. Siempre le perdonamos esas cosas a los relatos foráneos, porque no hacerlo con los propios. Cada uno de los elementos y sorpresas se van explicando a medida que avanza la historia, da pena que justo antes del final exista una ruptura del verosímil y sus propias reglas, restándole excelencia.

Virus:32 entra en el Top3 de películas argentinas de zombies sin lugar a dudas… si no existiese Plaga Zombie y su importancia histórica, hasta podría ser la número uno. Visualmente arrolladora, incómodamente cruda en lo que sucede (¡ay esas secuencias violentas!) y con actuaciones precisas que tridimensionalizan a los personajes permitiéndonos sufrir cuando algo les sucede, es sin duda una obra para mirar el fin de semana con amigos y amigas, una cerveza y ganas de pasarla bien/mal.