Violeta se fue a los cielos

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Música y lágrimas

Lo primero que se debe agradecer al realizador chileno Andrés Wood es haberse jugado en la reconstrucción de la vida de un icono, un símbolo latinoamericano, toda una referente de la cultura; lo segundo sería haberlo realizado desde un punto de vista más terrenal, hacerla humana, carnal, con todas sus virtudes y defectos. Para ello tuvo que transitar por un texto cercano a lo trágico, ya que la vida de la prolífica cantautora no fue lo que se dice un paseo por el paraíso

Sus vaivenes sentimentales, la ambivalencia afectiva en relación a su padre, entre admirado y juzgado permanentemente, profesor, cantante y alcohólico, pero quien le dio los primeros conocimientos de música, muy rudimentarios por cierto.

Hasta sus amores y renunciamientos, sus parejas, sus hijos, su pasión por la vida, por su pueblo y por su arte, su odio por la discriminación y la intolerancia. Pero sobre todo, su don de bien y su perseverancia, como canta la Negra Mercedes Sosa

“…..Yo no fui el mejor ejemplo y te lo admito,

fácil es juzgar la noche al otro día;

pero fui sincero, y eso si lo grito,

que yo nunca he hipotecado al alma mía!

Si yo he vivido parao, ay que me entierren parao;

si pagué el precio que paga el que no vive arrodillao!

La vida me ha restregao, pero jamás me ha planchao.

En la buena y en la mala, voy con los dientes pelaos!

Sonriendo y de pie: siempre parao!.....

La estructura narrativa elegida por el director es acorde al personaje, no sólo a la vida, apegos y antipatías, sino a la par de su pensamiento.

Con grandes saltos temporales, en algún momento parecería ser que el hilo conductor del relato es un reportaje en la TV de Argentina, en que el periodista que es encarnado por Luis Machin, hace que sea ella misma quien nos cuente su historia, pero en otros el mismo reportaje televisivo pasa a formar parte de esos recuerdos, situación que podría resultar de una incoherencia capital pero que, sin embargo, y sólo a partir de la mano que constituye el relato y dando buen uso del perfil del personaje, sale airoso.

Como ejemplo, cuando es interrogada respecto de su concepción del arte, Violeta responde: “La creación es un pájaro sin plan de vuelo, que jamás volará en línea recta” El filme cumple con esa premisa, no es lineal, esta trabajado en constantes retrospectivas recurrentes, tendientes a facilitar las necesidades expresivas del mensaje. Para lograr este propósito era menester que los autores, los guionistas y el director, conozca muy bien el objeto de su disertación, en este asunto la persona de la que se trata, para dar despliegue a los instrumentos expresivos con los que contaban. Principalmente la extraordinaria actriz Francisca Gavilán, quien construye su personaje a la perfección, dándole todos los tonos y colores por los que atravesó la vida de Violeta: sus amores, sus odios, sus deseos, sus caprichos, sus angustias, sus temores (aunque parecería ser que pocas cosas la amedrentaban).

En segundo lugar un gran trabajo de diseño de arte, la escenografía y el vestuario en pos de lo relatado, pero no silencioso, ni en la simple tarea empática o de refuerzo discursivo, sino al mismo tiempo representando desde la reconstrucción de los interiores hasta el modo de presentar la puesta en escena. Del mismo modo que se pueden reiterar estos conceptos respecto al trabajo de fotografía y cámara, sobre todo en la manera de mostrar los paisajes inhóspitos, bellos, inconmensurables, típicos de Chile, a punto tal que los elementos semánticos van componiendo un lenguaje, una gramática del encuadre.

El filme esta basado en el libro escrito por el hijo de Violeta, Ángel Parra, quien también colaboro con la actriz enseñándole música, guitarra y canto. Desde esta mirada del recuerdo de su propia madre, estableciendo una inobjetable parcialidad sobre la trágica vida de su progenitora, y de las huellas que le fue dejando a esta en su mente y en su cuerpo, Andrés Wood toma esta presunción psicológica del personaje y la hace formar parte de la poética del filme como de la vida misma de la artista.

Tanto mientras miraba el filme, como durante la escritura de estas líneas, me venían a la memoria distintoa producciones que retratan la vida de sendos músicos y/o artistas, sobre todo femeninos, todas vidas sufridas como la de Violeta Parra, desde Billie Holliday en “El ocaso de una estrella” (1972), cuyo titulo original era “Lady Sings The Blues” , que se podría traducir como “La dama Canta Triste” , o más cercano en el tiempo “La Vida en Rosa” (2007), una muy buena realización biográfica de Edith Piaf.

Todas tenían como punto de contacto el melodrama, la vida sacrificada, el infierno puesto en juego para que el espectador se conmueva. Pero Andrés Wood elige beneficiar a su publico, no la presenta con golpes bajos, efectistas, elige la gente de la misma manera que lo hacia la cantante chilena, a quien durante el reportaje le piden que elija entre sus canciones, pinturas, esculturas o tapices, ella contesta que “... preferiría quedarme con la gente...”. Esto también se le agradece. Y la poesía, por supuesto, la poesía.