Vincere

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Una elegía ininterrumpida

Uno de los últimos maestros del cine italiano toma como punto de partida la relación amorosa entre Ilsa Laser (genial interpretación de Giovanna Mezzogiorno) y Benito Mussolini (gran actuación de Filippo Timi).

El relato comienza en 1907 y se extiende en la relación entre ellos hasta 1914.

Un joven Mussolini, miembro activo e importante del partido socialista italiano, esta enamorado de una mujer independiente, la joven que retribuye ese amor, pero que se envuelve en la fascinación por ese hombre y termina perdida en una pasión no correspondida.

Hay una máxima en las relaciones afectivas, siempre que alguien se entrega por completo espera lo mismo del otro y termina defraudado.

La pareja tiene un hijo al que Mussolini no sólo reconoce sino que le da su mismo nombre completo, pero él ya esta casado, tiene una hija con la que sería su mujer reconocida por el registro civil.

La realización tiene un quiebre histórico en 1914, durante la primera guerra mundial donde es herido y casi transformado en héroe de guerra. A partir de allí, y luego del enfrentamiento de las dos mujeres, Mussolini se aparta de Ilsa y la desconoce, hecho que se exacerba cuando en los años 20 llega al poder.

Se casa por iglesia con Rachele Guido, con el propósito de contar con un aliado en la iglesia católica, y por ende en el Vaticano.

Marco Bellochio construye la realización casi desde la nada, podría haber sido un inmenso clishe melodramático, sin embrago apela a todos los recursos narrativos que integra el arte cinematográfico para eludir todo tipo de complacencia.

Apoyándose en un magistral montaje, donde no sólo hay cortes temporales, imágenes que aparecen como recuerdos de la protagonista e imágenes de archivo, que le dan vida propia al texto fílmico, más allá del relato.

Sobre todo a partir de la mitad de la narración, cuando desaparece el personaje hombre del dictador, para dar lugar al personaje histórico.

Desde ese momento el filme se apoya casi exclusivamente en la vida de Ilsa, olvidada primero, despreciada después, y por último encerrada en un manicomio.

No era nada difícil diagnosticar de enferma mental, cuando alguien que no “es”, se presenta como la mujer de un personaje público de esa envergadura, sobre todo en ese tiempo.

Hannah Arendt la autora de “Los orígenes del Totalitarismo” plantea la imposibilidad de cualquier tipo de coexistencia o compromiso con los regimenes totalitarios, “no se puede estar en contra de ellos, sin ser su victima”…

Pero el realizador parece apoyarse en otra parte del escrito de la filosofa política, donde plantea que “…no hay nada más terriblemente fácil de recordar que la inocencia de aquellos que se vieron atrapados por la maquina del terror…”

Si bien esto apuntaba al régimen nazi de Hitler y al “comunismo” de Stalin, igualmente es aplicable al discurso que instala el realizador del filme, ya que por detrás de toda la lucha de esa mujer por que ella y su hijo sean reconocidos, el tratamiento narrativo es un interesante estudio de la Italia de esa época.

La obra de constitución operística, en cuanto a los tiempos narrativos, como así también al recorrido, construcción y desarrollo de los personajes, sustentados por un excelente diseño de arte, donde se destaca la fotografía, la música, y el vestuario.

Es verdad que para algunos el excesivo metraje va en detrimento del producto terminado, pero siempre y en todo momento algo hace que el filme no caiga en ningún pozo, ni se instale en meseta alguna, mayormente dado por la actuación de su figura femenina, lo que la determina como una realización intima, de personaje, pero sin dejar de ser a la vez vistosa y majestuosa.

No se si el público general responderá de la manera que este filme merece, pero todavía me quedan esperanzas que alguna vez el buen cine triunfe, pues el perdurar ya lo tiene asegurado.