Vincere

Crítica de Emilio A. Bellon - Rosario 12

Retrato íntimo del fascismo italiano

El director plantea un juego de espejos entre actores y personajes, relatos y diferentes modos de la ficción. No es una tradicional biografía ni un seguimiento lineal de los hechos, sino una mirada de la historia desde la vida de las personas.

En los primeros meses del año en curso, en una de las tan reconocibles salas de los cines Del Siglo (que esperan impacientes su reapertura) pudimos ver aquel documental El secreto de Mussolini que daba cuenta de un puntual proceso de investigación en torno a la relación silenciada que mantuvo, antes de que ocupara el espacio del poder central, Benito Mussolini con su primera gran amante, Ida Dalser y del hijo que nació de esa tan apasionada relación, Benito Albino. En este film, las imágenes de archivo, noticieros de la época, desocultaban una historia de fascinación y captura, de humillaciones y de olvido. El cine, una vez más, valiéndose de otros campos disciplinarios hizo posible que, por primera vez, aún en Italia, esa negada situación, tan amordazada inclusive en años posteriores a la finalización de la Segunda Guerra, que da cuenta de los siniestros mecanismos de los sistemas totalitarios, en relación con las expresiones de rebeldía y el diagnóstico de la locura.

Ya desde el título, Vincere, el lector, el espectador, pueden reconocer el tono imperativo, que se enarbola como consigna de gloria, que nos retrotrae a los mismos tiempos de la Roma Imperial. Esta expresión, que escucharemos a lo largo del film en varias oportunidades, que se grita como bandera de lucha, encuentra en el espacio del balcón, ante casi todo un pueblo, la más manifiesta declaración de principios que pasa a regir los destinos de una nación. Ese aire de glorioso destino, que enmarca un paisaje multitudinario, mientras se agitan gigantescas banderas, atraviesa y recorre lateralmente todo el film, desde ese primer momento que ya en las orillas de la Primera Guerra, un joven Benito Mussolini, de filiación socialista y de labor periodística, plantea un contundente desafío a Dios.

El film de Marco Bellocchio abre con una escena que es en sí misma el inicio de una gran prueba, de carácter omnipotente, que irá agigantando su personalismo a medida que vaya ocupando y conduciendo estratégicos ámbitos de decisión. La figura de Mussolini, esculpida en una severa piedra de gran dureza, en el frío mármol, se asume como el nuevo dios de la era del fascismo, desde la suma de todos los aciertos ante una hipnotizada audiencia. Se vuelve puro acto sonoro en las transmisiones radiales y, a través de sus diferentes brazos, que actuarán la persecución y el castigo, se asume como el gran ojo que todo lo ve, que todo lo controla. De comportamiento actoral, con gestos que caricaturizan su propia retórica gestual, Benito Mussolini, padre, y el hijo negado Benito Albino, ya adulto, están interpretados en este magistral film, por el mismo actor, Filippo Timi.

En la obra de Marco Bellocchio, locura y poder se han ido representando conforme a una lógica pirandelliana, desde un juego de situaciones familiares y de comportamientos sociales.

En Vincere el ascenso del fascismo, hasta su caída, se van siguiendo a través de la tormentosa y degradante relación de Benito Mussolini con Ida Dalser, mujer que, en un acto de máxima entrega, vende todos sus bienes para llevar adelante el sueño de quien será el Duce. Desde este momento inicial de atracción y de fidelidad, la Dalser, interpretada excepcionalmente por Giovanna Mezzogiorno será víctima de toda una serie de mandatos y humillaciones, que la confinarán, junto a su hijo, en un escalofriante estado de locura. Sin embargo, hasta el último momento, ella seguirá gritando su verdad.

Para quien escribe esta nota, Vincere es una de las grandes películas de la última década. Aquí, Marco Bellocchio plantea una relación de juego de espejos entre actores y personajes, relatos y diferentes modos de la ficción. No pensemos en una tradicional biografía ni en un seguimiento lineal de los hechos, sino en cómo desde el fondo y la interioridad de un vínculo se va dando cuenta, se van proyectando distintos aspectos del tensionante y conflictivo escenario de la misma Historia.

De esta manera, ya no pensada como un film sobre el ascenso del fascismo, como eje central, Vincere de Marco Bellocchio da espacio a una gran voz que intentaron callar, asfixiar, reducir a sólo un número en un frío y gris pabellón para los llamados y declarados enfermos psiquiátricos.

Quizá, el impacto que podamos recibir del film se pueda igualar a aquel instante, en el que Benito Albino Mussolini, apellido que será cambiado por Dalser, ya en su niñez, y en un momento ascendente del régimen, echa por tierra el busto pétreo y marmóreo de su padre. Ese impactante sonido repercute estruendosamente, de la misma manera que el grito de Ida Dalser reclamando la presencia de su amado marido y de su adorado hijo.