Villa

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Por cuestiones de presupuesto, post producción y demás avatares de la industria, “Villa” se estrena unos cinco años después de haber sido realizada. ¿Por qué es importante saberlo? Porque si se hubiera estrenado en 2007 ó 2008, aproximadamente, hubiésemos visto mucho del estilo que se usa hoy en cuanto a manejo de cámara en mano, encuadres en movimiento, compaginación vertiginosa y, sobre todo, la intención de no caer en estereotipos a la hora de retratar personajes de las zonas marginales de Buenos Aires. Si es por esto, “Villa” sería, por ejemplo, un gran antecedente de algunas cosas que luego vimos en “El puntero”, la telenovela de canal 13.
Situada en 2002, la trama central gira en torno Fredy (Julio Zarza) Lupín (Fernando Roa) y Cuzco (Jonathan Rodríguez), tres chicos de la villa 21 que desean fervientemente ver el primer partido que la selección Argentina de fútbol jugaría en el mundial de Corea-Japón.
Los tres se conocen de allí; tienen y entienden los mismos códigos de la villa y buscan el mismo objetivo, aún en el marco de la estación Buenos Aires, Pompeya y Constitución.
La primera toma es casi una declaración de principios al poner símbolos contextuales en la mente del espectador. El Gauchito Gil, una vela que se enciende con impronta de rezo y esperanza, una pistola y las espaldas de alguien que lleva una campera que dice “inseguridad”.
Pero Ezio Massa no se queda con lo meramente anecdótico. Va por más al dotar a los protagonistas con una naturalidad funcional, no sólo a ser creíbles, sino también a transmitir aquello que subyace en el texto. Hay un dejo de resentimiento hacia la circunstancia que los atraviesa. Los tres saben que hay un mundo con más oportunidades pero que no les toca en suerte vivirlo.
Se genera entonces un clima de tensión y de rebeldía latente hacia la coyuntura social en donde se mueven. Sobre todo cuando los planes para ver el partido se van cayendo.
Cada paso hacia esa obsesión de ver el cotejo Argentina-Nigeria se va tornando más pesado, más comprometido, y en especial mejor tamizado para que el mensaje salga a la luz.
Porque los podemos ver robando plata, sí; pero también la ropa (pantalón y saco) que permita entrar a un bar de mala muerte y ser tratado con dignidad, sin que esto signifique una justificación o una redención hacia la delincuencia. Mucho menos una bajada de línea.
Por eso, en “Villa” el fútbol de la selección (sin otra bandera que la argentina) en 2002 no es casual. La vuelta a casa en primera ronda de aquel mundial también fue un símbolo de la debacle a nivel país si pudiéramos trazar un paralelo entre aquella selección y una nación también lujosa, vistosa y rica, pero condenada al fracaso por la impericia de los que la manejaban.