Villa

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Cuando a finales de los ’90 se dio a conocer el llamado NCA (Nuevo Cine Argentino), una camada de jóvenes directores apareció para otorgarnos un aire fresco a base de nuevas temáticas y problemáticas actuales. Así, uno de los tópicos mas frecuentes fueron las historias de “barrios bajos”, la abulia de la juventud de esa época, y las consecuencias que la década que estaba terminando había dejado en nuestra sociedad.
Ezio Massa es un director al que por contemporaneidad no podríamos ubicar dentro del NCA, su primer largometraje data de 1994, y aunque tiene largos años de trayectoria su filmografía no es muy extensa, aunque sí muy variada. A las tardíamente valoradas Más allá del límite, El último duelo (realizada en EE.UU.), y Cacería, suma ahora Villa, un ejercicio en el estilo de aquellas Pizza, Birra, Faso y Mundo Grúa, pero imprimiéndole un sello personal y distintivo.
Nos ubicamos en la caótica Argentina de 2002, Freddy, Lupín y Cuzquito son tres jóvenes de diferente edad que viven el día a día en la Villa 21. Es el año del mundial Corea-Japón y las expectativas generadas por la selección de fútbol argentino son grandes.
Al comienzo del film, los tres serán echados de una pizzería cuando quieran observar a través de la vidriera la ceremonia y partido inaugural, luego de tratar infructuosamente de conseguir otro televisor que funcione correctamente, ese simple hecho les hará un clic, se prometerán entre sí ver el primer partido de la selección como Dios manda, en el mejor televisor que puedan. De ahí en más veremos las peripecias de cada uno para tratar de conseguir su promesa, algo que para cualquiera podría resultar fácil de cumplir, pero que para ellos tres traerá importantes consecuencias, personales y en el grupo de amigos.
Massa se dispone a contar un relato de seres marginados, excluidos; pero lo que diferencia a Villa de otras similares es el tono en el que cada una de las tres historias es narrada. Cada uno de los protagonistas tendrá una historia y una suerte diferente, pero el resultado final no priva de cierta dosis de esperanza, de que no todo estará perdido para todos; y en esto ayuda también cierta cuota de gracia agradecida.
Ni los unos ni los otros son mostrados como villanos o personajes con maldad, cada uno hace lo que puede y reacciona según su origen de una manera comprensible. Esto hace que más allá de la simpleza del argumento, la película se siga con el suficiente interés.
Julio Zarza, Fernando Roa, y Jonathan Rodríguez componen al trío protagónico, y de los tres el único con cierta experiencia previa es Roa. Los tres provienen de ese ámbito y otorgan mucha naturalidad, sobre todo Jonathan, el más chico de los tres, que otorga crudeza y ternura en cuotas iguales.
Es imposible desde la butaca no sentir empatía por cada uno, la compenetración con los personajes es tal que hasta logra crear cierto suspenso en el devenir de lo que será su suerte en lograr ver el partido.
Massa hace un uso de la cámara prolijo, algo apurado como es común en estos relatos, y en este sentido, la banda sonora propicia en canciones con temática sobre la villa es otro buen acierto.

Los nombres más conocidos de Adrian Spinelli (como un cura de la villa) y Floria Bloise (como un anciana que se relaciona con Cuzquito) otorgan la suficiente cuota de profesionalismo.
Villa puede ser vista como una película que otorga algo de originalidad a un estilo de cine que, parece mentira, brilló hace ya más de 10 años. Bienvenido sea algo de esperanza dentro de un entorno tan violento como el que viven día a día estas personas; una esperanza sin ser edulcorada, falsa; si algo tiene Villa es conciencia de la realidad. No todos serán finales felices, la vida para ellos no es un lecho de rosas, y por eso, una anécdota tan simple como lo es ver un partido de fútbol, puede transformarse en un round para ganarle a la dura rutina diaria.