Vikingo

Crítica de Marcelo Oliveri - El rincón del cinéfilo

Cierre de la trilogía que con autenticidad revela la marginación vista por Campusano

Campusano vuelve a la carga con una nueva película que se ocupa de esas tribus urbanas de motoqueros que pululan por el Gran Buenos Aires. En sus anteriores trabajos “Vil Romance” (2009) y “Legión tribus urbanas” (2006), abordaba la problemática de los marginales del conurbano. En esta la atención se centra en el Vikingo, un ser marginal pero con códigos que se convierte en una especie de sheriff de estos tiempos.

Al igual que en sus anteriores realizaciones no son actores profesionales los que actúan. Los personajes son seres reales que viven en la marginación y entre las balaceras. Los ambientes sórdidos, los rateritos, los caños, la pobreza y las motos al estilo “Busco mi destino” (1969) están a la orden del día.

El cine de Campusano es crudo, real y hasta puede llegar a molestar. Su cine es aclamado en los festivales internacionales y hace unos días “Vikingo” ha sido muy aplaudida en Polonia.

El cine de Campu ya es internacional y sus historias marginales se han convertido en un referente para saber cómo es esa Buenos Aires del Conurbano. “Vikingo” cumple la premisa de entretener y de hacernos reflexionar a la vez. Aquí no están los rubios y los carilindos. Acá hay gente común con códigos y sin códigos que luchan por sobrevivir en esa jungla de cemento llamada Gran Buenos Aires.

“Vikingo” es un relato que expone un conflicto de facciones surgidas en la periferia de Buenos Aires Él es un respetado motociclista de vida licenciosa. El honor y el respeto son sus códigos, es como un guerrero que trata de equilibrar la balanza del bien y el mal.

La narración de la historia, la actitud violenta y de tensión que generan los protagonistas, y la manera de filmar de José Celestino Campusano hacen que “Vikingo” sea una película interesante.

Su realizador completa una trilogía que se inició con “Vil romance”, continuó con “Legión tribus urbanas” y concluye con “Vikingo”, un ser duro pero encantador.