Vikingo

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Motores encendidos

Potente filme de José Campusano sobre las tribus motoqueras.

Después de Vil romance , película centrada en el choque entre los códigos “pesados” del conurbano y una relación homosexual, José Campusano retoma temas y personajes de un documental previo ( Legión: tribus urbanas motorizadas ) en Vikingo , su filme de 2009 que se mete en el universo de las tribus de motoqueros, sus códigos, costumbres y, también, los potenciales peligros que las atraviesan.

Vikingo es el líder de una de estas tribus, dueño de un particular código de conducta, que implica muchas reglas a cumplir (en su familia directa y su “gran familia” motoquera), aunque en otros asuntos actúa de manera algo más laxa.

Dos situaciones lo pondrán a prueba. Por un lado está la llegada a su casa de otro motoquero (Aguirre), un tipo que se ha separado de su mujer y que termina uniéndose al grupo de Vikingo, aunque difiera en algunos de los rigurosos códigos que aquel mantiene. Y algo similar pasa con un sobrino del protagonista, que va entrando en una rutina delictiva peligrosa, poniendo en peligro la frágil estabilidad social del grupo.

Campusano cuenta su historia de manera simple y directa, sin embellecimientos y con los errores (de actuación, en especial) que conlleva ese acercamiento. Pero, a la vez, esa forma de encarar el tema y el universo le da al filme frescura, humanidad y verdad.

Esa paz entre las tribus, entre las generaciones (los mayores se dedican a beber alcohol copiosamente y no ven con buenos ojos el consumo de drogas y el tráfico que ejercen los más jóvenes) y entre los mismos miembros del grupo de Vikingo es la que estará amenazada y la que será fuente de todos los conflictos del filme, que empieza de forma más “documental” y va creciendo en intensidad dramática con el correr de los minutos.

Y son los primeros, más que los segundos, los que hacen de Vikingo una buena película: se nota que el mundo está mirado desde adentro, sin juicios de valor (a lo sumo, Campusano se apega a la ética de su protagonista, que pese a su temerario y duro aspecto resulta bastante sensible en muchos sentidos) y sin condescencia, ironía ni intención de “explotación” sensacionalista.

Realismo crudo, si se quiere, con ruido de motores a tope.