Vikingo

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Motociclistas del sur bonaerense

La filmografía de José Celestino Campusano se centra, en casi su totalidad, en retratar personajes que, en la periferia de Buenos Aires, viven una existencia adaptada a costumbres que los ubican entre la piedad, el peligro y el culto a la amistad. Vikingo es una historia narrada con indudable eficacia y cierto patetismo, una radiografía de un micromundo regido por leyes muy particulares.

Esta vez el protagonista es un respetado motociclista de vida licenciosa aunque, paradójicamente, rígido en su aplicación de ciertos preceptos morales dentro de su hogar. Vive en un barrio suburbano junto a su esposa y sus hijos, mientras con su grupo de amigos comparte cerveza y fiestas audaces. Un día llega hasta la casa de Vikingo un veterano motociclista vagabundo con un problema amoroso. Instalado en su casa, compartirá con él y su familia una serie de situaciones que los enfrentarán con Villegas, un adolescente traficante de drogas que recluta a jóvenes marginales.

Film realizado con escasos medios e inserto en el cine independiente, Vikingo registra con violencia pero también con calidez esta problematizada historia que recorre el tránsito de ese protagonista que halla en su libertad el necesario apoyo para poder sobrevivir en un estrato social alejado de la civilización más pura.

La cámara de Campusano, a veces manejada con cierto desprecio por la puntillosidad elemental que pide el cine, observa, sin embargo, y con enorme atención, la trayectoria de esos seres que se unen en medio de una serie de peligros y de sinceros signos de amistad.