Vigilia en Agosto

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Una población pequeña deviene aún más cerrada y definitiva al traspasarse el casamiento; del lado de la mujer la entrega equivale a un sello en el cuerpo. Así lo padece Magda (Rita Pauls) en Vigilia en agosto, ópera prima del cordobés Luis María Mercado.

Los universos femenino y masculino están bien delineados en la localidad provincial: las mujeres responden al espacio y quehaceres domésticos, los hombres a los silos y las máquinas fabriles. La religión católica es otro regulador comunitario, y es el “demonio invisible” mencionado en una misa el que anticipa el horror costumbrista por venir. 

Magda se apresta a entablar matrimonio en agosto. Joven, sigue juntándose con amigas, frecuenta a su novio de clase industrial y convive con parientas y vecinas. Una serie de situaciones al pasar la ponen en alerta, despertando en ella una inquietud más subterránea que racional. La atracción por otro hombre es otra señal de desbarajuste, y la superficie cotidiana se tiñe de una hitchcockiana inminencia: el foco se detiene en texturas, flecos, cortinas, ventanas, espejos, ventiladores.

Sugestivos acontecimientos se suceden a distintos niveles: en el cuerpo de Magda (vomita, se corta un dedo, tiene fiebre) y en el entorno, proceso que alcanza una cuota estridente cuando explota una casa cercana (se oye el ruido, se expande un olor desagradable y más tarde se dejará ver la morada, revelando el esqueleto negro de la película). 

Si la boda es el horizonte negativo que rige la tensión –Opening night con altar como sustituto del estreno-, Magda es el centro permanente ante el que gravita la cámara: Pauls es natural, frágil y magnética y su semblante parece haber nacido para el cine. Mercado acompaña esa fijación con fotografía detallista y planos bien resueltos: su realismo de ciudad rural resulta pulido, enajenado, contemplativo y vuelto al exterior.

“Me estoy pudriendo”, sentencia Rita cerca del desenlace, y la cinta parece acusar esa súbita contaminación al bordear la posesión demoníaca. Pero Vigilia en agosto se retracta y contrae nupcias con la tirante apacibilidad del drama.