Vigilia en Agosto

Crítica de Gastón Dufour - Cinergia

En pleno invierno y a días de su ansiado casamiento, Magda es testigo de una serie de trágicos acontecimientos que involucran a su novio. Conmocionada, decide callar; pero pronto su cuerpo comenzará a hablar por ella en este enigmático drama psicológico, con las sierras de Córdoba como fondo.

Vigilia en agosto es una película con un planteo simple pero interesante, que abre muchas pestañas pero no termina por jugarse por desplegar con determinación ninguna, y tal vez he allí su única ligera incomodidad teórica. Por lo demás, las interpretaciones, el guion, el camino que lleva a los protagonistas en la vivencia-camino a lo que tiene que ser la experiencia, el Sacramento, según el cura define, más importante de sus vidas, entregan todas las posibilidades que su construcción les permite, según el trabajo ideado por Luis María Mercado en ésta, su ópera prima. La mirada es honesta y también lo que propone cumple, de modo que es aceptable el encuentro entre espectador e historia. Lo menos que se puede pedir en la experiencia del encuentro cara a cara con lo que se desea (o espera) ver.

El personaje principal, Magda (Rita Pauls), atraviesa un espacio figurado y literal espeso y difícil, en un contexto familiar y humano que no llega a comprender su padecer, y que establece que todas las dolencias están relacionadas o con lo místico o con lo mágico, expresiones de las creencias que, en ocasiones, corren en líneas paralelas que a veces terminan cruzándose y cuyos límites sin difusos. Su cuerpo le comunica y ella apenas puede comprender, porque allí nadie parece hacerlo.

El recorrido temático a través del miedo a la frustración, a los peligros desconocidos, de alguna manera banalizados por cierta ignorancia del contexto son datos de la pintura que acompañan el transcurrir de estos personajes de alguna manera reconocibles.

Vigilia en agosto construye de manera casi poética como naturalista una espera que vira a un viaje emocional cruel, místico, plenos de creencias que terminan anulando la necesidad de reconocer los reales síntomas.