Viene de noche

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

El director de la aclamada Krisha (2014) rodó de forma independiente, con un mínimo presupuesto de cinco millones de dólares pero con el aporte de un sólido elenco, otro notable trabajo que se desmarca de la obviedad y la tendencia al impacto y al estímulo constante del terror actual para apostar, en cambio, a una puesta en escena tan elegante como inquietante. Una de las poco frecuentes joyitas del género.
Viene de noche (It Comes at Night, Estados Unidos/2017). Guión y dirección: Trey Edward Shults. Elenco: Joel Edgerton, Riley Keough, Christopher Abbott, Carmen Ejogo, Kelvin Harrison Jr. y Griffin Robert Faulkner. Fotografía: Drew Daniels. Edición: Matthew Hannam y Trey Edward Shults. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 97 minutos. Apta para mayores de 16 años.

Gran parte del cine de terror contemporáneo ilustra la tendencia a la explicitación que afecta desde hace años a los creativos de Hollywood. Viene de noche es un ejercicio que va a contramano de esto mediante una apuesta a reducir la acción a un presente tan inquietante como perturbador.

La primera escena muestra la agonía de un anciano rodeado de una familia que lo ha puesto en cuarentena aislándolo en la habitación de un caserón en las afueras de la ciudad. Es un largo plano secuencia que, como el resto de la película, entrega información a cuentagotas. Apenas se sabe que fue afectado por un virus tan letal como contagioso. Lo que no se sabe –y nunca se sabrá- es cómo ocurrió ni qué pasó antes de esa situación.

Viene de noche es la historia de dos familias viviendo en constante estado de amenaza externa. Así se entiende la reacción violenta de Paul (el australiano Joel Edgerton) ante el arribo de un extraño a la casa. Will (Christopher Abbott, de la serie Girls) alega que llegó allí de casualidad cuando salió a buscar alimento para los suyos, y es entonces cuando Paul decide darles hospedaje y seguridad a cambio de una puesta en común de los suministros.

El director Trey Edward Shults hace un uso ejemplar del fuera de campo mostrando la dinámica del grupo en medio de un mundo que se ha vuelto inhóspito y salvaje por razones desconocidas. Mundo donde impera la desconfianza y la certeza de que el mal puede provenir de cualquier lado, en cualquier momento.

La virulencia de corte realista, sus procedimientos visuales, la elegancia de la puesta en escena, los travellings y el tono seco y despojado de cualquier atisbo de golpe a la emoción del espectador le dan al film un tono que remite a lo mejor de los ’70, esa década gloriosa para el cine de suspenso y de terror norteamericano que encuentra aquí un más que bienvenido homenaje.