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Crítica de Martín Rodriguez - Bendito Spoiler

El control y el paso del tiempo son cuestiones que siempre fueron de gran preocupación para la especia humana. Si bien la invención del reloj permitió una regularidad de tiempo, no se puede negar que lo intangible es difícil de abarcar. Por su parte, comprender la totalidad el fenómeno del paso del tiempo, también puede llegar a resultar incomprensible. A tal punto de ya aceptar esta falta de entendimiento, y, simplemente, seguir viviendo. Mucho de esto agarra ‘Old’ para su desarrollo.

M. Night Shyamalan narra, en su nueva película, un retrato que intenta explorar y medir el paso del tiempo. En esta actualidad donde las velocidades aumentan y donde todo hay que conseguirlo rápido, la vida queda en segundo plano. A día de hoy, estamos más preocupados por tener un control del tiempo, que por vivirlo, y hacer que cada minuto cuente. No es que se trate de un largometraje emocionante, donde el mensaje final es del estilo “aprovecha el día”, sino todo lo contrario.

En ‘Old’, Shyamalan crea un universo, que se va a regir en base a sus propias reglas. La película ya forma cierta personalidad de sí misma. Al estar bajo el mando de un director peculiar y al contar con semejante premisa. Una familia que se va de vacaciones a un lugar soñado, pero que una excursión en particular convertirá sus días de descanso en sus últimos días. En una playa escondida, recomendada específicamente por el mánager del hotel donde se hospedan, dos familias, un matrimonio y un misterioso hombre vivirán una historia del tipo que Shyamalan nos tiene acostumbrados.

En esa playa casi paradisíaca, todos y cada uno de los personajes empiezan a envejecer en un tiempo inimaginable. Luego de un par de cuentas, aproximadamente, media hora en aquella playa es un día de vida. El lugar no solo tiene esa particularidad, sino que también está rodeado de un mural enorme de piedras, que encierran a los protagonistas. Esto permite que la historia cumpla con la estructura típica de los personajes encerrados en un mismo lugar. Y tal y como en ‘El Angel Exterminador’ (1962 – Luis Buñuel), estas personas, por un medio u otro, no pueden escapar de allí.

Shyamalan se hace eco de una realidad para representar uno de los mayores miedos del ser humano. El director se aprovecha del mínimo entendimiento sobre el manejo del tiempo y lo utiliza a su favor, para ejecutar una obra a la que no le sobra ni un simple detalle. Será él mismo el conductor de la historia. El cineasta interpreta en la película a un empleado del hotel, que tiene la tarea de ser el chofer de los personajes elegidos para que visiten la isla misteriosa.

Aparte de eso, será el encargado de vigilarlos todo el tiempo que permanezcan en ese lugar. Ejerciendo así un control sobre los personajes. Es decir, Shyamalan es quien, de alguna u otra manera, es el conductor (literalmente) de la historia, y es el que ubica a los personajes donde tienen que estar. No por algo cuando lo vemos del otro lado de la isla, su aparición es detrás de un lente.

A esta historia fantástica, se le suma la marca autoral. Y es que Shyamalan siempre presenta este tipo de historias, que rozan lo irreal y el terror. Pero que, al fin y al cabo, esas narraciones tienen una solución racional, dentro de todo lo considerado real y tangible. Por lo general, los finales de sus películas tienden a ser la solución realista a los problemas. Si bien surge este juego con lo fantástico en la isla, se termina explicando en base a hechos sumamente concretos, y para nada novelescos.

Sin embargo, la ficción para Shyamalan, no deja de ser una vía de escape para presentar una realidad determinada. En este caso, su preocupación constante por el paso del tiempo y por una sociedad tan despreocupada, deriva en la narración de una historia que también tiene sus problemas propios. Es decir, no solo retrata el terror de diferentes familias, sino que también se ocupa de interferir en el espectador. Hace uso de su maestría para exponer una gran duda: ¿Hasta cuándo puede ir la ciencia?

‘Old’ no deja de ser una respuesta a cierto grupo de personas de que Shyamalan presenta historias. Que nada lo detendrá para seguir haciendo su trabajo, y que siempre lo ejecutará de la mejor manera que él puede. Porque, al fin y al cabo, las cosas se hacen ahora. No mañana, no la semana que viene, sino ahora. Y a eso, este autor en específico, lo entiende muy bien.