Videocracy

Crítica de Pablo Raimondi - SI (Clarín.com)

Videocracia, o el telepoder

“El 80% de los italianos se informa a través de la televisión”. Esa cifra apabullante sella el documental Videocracy, una brillante producción del director sueco Erik Gandini que muestra las ramificaciones del imperio mediático de Silvio Berlusconi.

El comienzo, con imágenes en blanco y negro mostrando un viejo programa de preguntas y respuestas, plasma el gen de lo que 30 años después dominaría el mercado televisivo: el cuerpo femenino, como objeto. Hace tres décadas y a medida que un televidente respondía correctamente, una chica se iba desvistiendo. Así el documental desmenuza y desnuda poco a poco las miserias de la televisión chatarra que en forma implacable domina el espectro de la pantalla chica. Y lo complementa con un abanico de coloridos personajes dignos de biografías. Obviamente incluyendo a Il Cavaliere y el crecimiento de la RAI y la cadena Mediaset, su monopolio de empresas comunicativas.

La cámara de este documental recorre ciudades como Milán, Cerdeña o Roma, cuna de la gesta televisiva de Berlusconi, uno de los estadistas más carismáticos que rodeó el Mediterráneo y que utiliza como pocos las ventajas de la pantalla chica. Desde su impecable estampa señorial, gesta la superficialidad humana que imanta a hombres y mujeres (con y sin talento) que buscan saciar su sed de fama y llenar ciertos vacíos existenciales. A pura sonrisa -fruto de la odontología moderna- el premier adorna carteles y pancartas publicitarias. Y Videocracy también expone el ensamble discursivo de devoción popular (claramente segmentado) hacia el premier.

La televisión realitizada de estos tiempos aúna el combo narcisista (en todas sus formas), junto a cucharadas de escándalo y razonamiento en papel moneda que gestó personajes en Italia (y también en Argentina) donde, si no fuera por la bendita TV, no pasarían de la típica rutina de cualquier mortal. Así aparecen las “velinas” italianas que contornean su figura –siempre en silencio- flanqueando a un conductor televisivo. El documental muestra los castings de reclutamiento hacia la fama efímera donde pensamientos tan profundos como “mi objetivo es casarme con un futbolista” redondea la frase romana “pan y circo”. Pero en este film no hay emperadores, ni trigo, sino un foro de luces y cámaras con personajes como Ricky, Lele Mora y Fabrizio Corona.

Ricky (26) es un combo malogrado de Jean Claude Van Damme y Ricky Martin. Este experto en karate y admirador del puertorriqueño, a quien tributa en vivo. ¿Su meta?, ser una estrella televisiva, aunque no pasa el filtro de público y rebota en cuanto casting se presenta. Las charlas con su madre (con quien vive) refleja algo de vergüenza ajena, una constante de este documental de 85 minutos que recorre el submundo de la TV con una postura de observación y poca crítica, lo que potencia la calidad del film.

Otro personaje es Lele Mora, el pope de los agentes televisivos en Italia, un dandy peterpanesco que vive en una mansión con un diseño interior totalmente blanco. Desde Cerdeña, cuna del jet set, Mora destila pulcritud y serenidad que parece licuar el mundo en el que se mueve. Su cosecha, de potenciales figuras del espectáculo, necesita de cuidados, consejos y mucha orientación. Y allí estará el omnipresente Lele, para brindar sus servicios y confesar su admiración por el dictador Benito Mussolini. Hasta reproduce frente a cámara y orgulloso, el himno fascista de los Camisas Negras. Glup.

Fabrizio Corona completa la trilogía de personajes. Con un pasado como asistente de Mora y luego transformado en el capo de los paparazzis locales, el fornido fotógrafo es un experto en primicias de la farándula local. “Veo el dinero, el negocio, no a las personas”, justifica Corona sobre su particular metodología de trabajo. Varias de las imágenes que toma (comprometedoras muchas de ellas) las vende a las celebrities fotografiadas. Esto lo llevó a ser acusado por extorsión y pasar ocho meses en prisión.

Pero lo que para muchos sería un calvario, Corona lo transformó en un negocio donde, entre otros ítems, salieron a la venta ¡remeras! con su apellido y hasta llegaron a pagarle 10.000 euros para que esté en un boliche y se fotografíe junto a sus fans. Aunque parece que su futuro volvería a estar en prisión (lo sentenciaron a un año y medio por extorsión a futbolistas del Calcio) el show debe continuar y la TV italiana se sigue retroalimentando con personajes como él. Italia también, país generoso.