Víctor Frankenstein

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

En este “Frankenstein”, lo único novedoso es Igor

En un momento culminante de esta película, la voz en off de Daniel Radcliffe asume que el espectador ya conoce todo lo que pasó con el monstruo y su creador. Y lamentablemente es la verdad, la historia de Mary Shelley se ha repetido tantas veces en el cine que realmente no da para mucho más. Cualquier nueva entrega o variante de la historia de Frankenstein sólo provoca más ganas de volver a ver las dos grandes películas dirigidas por James Whale con Boris Karloff encarnando al monstruo, y no mucho más.

En todo caso, la gran novedad de este film es que mas que "Victor Frankenstein", podría haberse titulado "Igor the movie", o algo asi, ya que la msima historia de siempre está contada desde el punto de vista del asistente jorobado que, en una escena brillante del "Frankenstein" de James Whale, interpretado por el inigualable Dwight Frye, dañaba un cerebro normal y le daba a su amo uno de un enfermo mental, lo que lógicamente arruinaba todo el experimento (en "El joven Frankenstein" de Mel Brooks el que interpertaba al personaje era el inolvidable Marty Feldman).

Este nuevo Igor salido de Harry Potter, una vez que se deshace de su joroba gracias a los conocimientos del doctor del título, es lo bastante bien parecido para lograr los favores de la beldad circense Jessica Brown (casi lo mejor de la película). Su patrón, es decir Victor Frankenstein, tal como lo personifica James McAvoy, trata de darle algún nuevo perfil psicológico al personaje, pero si bien tiene algunas escenas divertidas sobre todo cuando trata de interactuar socialmente- nunca es demasiado convincente.

Esta es una superproducción que aporta un gran despliegue y una elaborada dirección de arte, con escenas interesantes como un engendro bastante espantoso previo al monstruo en cuestión, que cuando aparece lo hace en medio de rayos y centellas en un atractivo castillo escocés.

Si la película nunca termina de cuajar del todo es quizá porque nunca tuvo real razón de ser, lo que no impide que el desenlace parezca proponer una secuela.