Víctor Frankenstein

Crítica de Federico Bruno - Fancinema

Esto no es Frankenstein

Cuando parecía que nada más podía hacerse con Frankenstein -el moderno Prometeo- Tim Burton sorprendió con la metamorfosis de un perro que bautizó Frankenweenie. Primero lo midió en un corto para que vuelva a tomar vida, y esta vez con más fuerza, en el largometraje; por la bendición de un rayo.

Esta nueva adaptación del clásico de Mary Shelley llamada Victor Frankenstein no aporta casi nada nuevo, sólo el viraje de la tensión de la historia en los creadores más que en sus creaciones. Un excéntrico médico (James McAvoy) y un ex fenómeno de circo (Daniel Radcliffe) comulgan en tamaña empresa: crear vida a partir de la muerte. Se obsesionan. La culminación del método hipotético-deductivo hace ineludible la comparación de esta dupla de personajes con los creados por Arthur Conan Doyle, aunque sería faltarle el respeto al escritor británico.

La adaptación es tan libre que la palabra libre debería estar en mayúsculas, Radcliffe ya ha pasado por el terror con poca convicción y durante este drama su protagónico se desinfla en latiguillos que adquirió en la saga Harry Potter, de la que aún no puede despegarse. No desentonan las actuaciones de McAvoy y Jessica Brown Findlay, la femme fatale y una de las poquísimas mujeres que aparecen en esta historia que en la ambientación de época -la decoración es de lo mejor que se ve- no olvidó la dosis de machismo. Unir cadáveres diseccionados es cosa de hombres, está claro. La música intenta salvar del aburrimiento pero ya es pedirle mucho.

El guión está repleto de mesetas y al final se vuelve inmensamente predecible. Las escenas de acción son largas y malas (es mejor el enfrentamiento con la primera creación que con la definitiva), extraño si viene de Paul McGuigan de quien uno de antemano, teniendo en cuenta su labor en 7, el número equivocado (2006), esperaba mucho más. El horror que rodea este mojón en la ciencia ficción aquí se adeuda entre relaciones complacientes y falsa modestia.

Los problemas son muchos, pero el principal es la verosimilitud de la historia y cómo está contada. Faltó que alguien vuele para que podamos al menos encasillarla en realismo mágico, pero en resumidas cuentas sólo fue un mal sueño de McGuigan. El trabajo del vestuario -y la mencionada dirección de arte- es de lo poco que amerita el aplauso.