Viaje inesperado

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

“Viaje inesperado” marca el regreso de Juan José Jusid a la pantalla grande después de “Apasionados” (2002, con Pablo Echarri y Nancy Dupláa) y el fugaz paso por los cines de “Mis días con Gloria” con Isabel Sarli en el 2010.
Habrá quienes lo recuerden por sus primeras obras como “Los Gauchos Judíos” o “No toquen a la nena” pero principalmente ha sido un prolífico director en las décadas de los ´80 y los ´90 en donde brilló con las inolvidables “Espérame Mucho” “Asesinato en el Senado de la Nación” y la trasposición a la pantalla grande del suceso teatral “Made in Argentina” en pleno proceso del regreso a la democracia en nuestro país.
Luego viró su carrera a comedias más vinculadas con figuras televisivas como fueron “Un argentino en Nueva York” (con la taquillera dupla Francella – Oreiro), el regreso de Susana Gimenez al cine con “Esa maldita costilla” y “Mi papá es un ídolo”. Según palabras del propio director, “VIAJE INESPERADO” es un filme que “tiene que ver con el bullying, las drogas, el alcohol y las necesidades afectivas, con lo que los adolescentes no nos cuentan y los padres que no queremos saber”.
Pero quizás por intentar abarcar tantos temas supuestamente trascendentes, las intenciones quedan a mitad de camino y este nuevo filme de Jusid termina convirtiéndose en una especie de híbrido entre sus dos estilos bien diferenciados.
Pablo Rago es Pablo Marcet, un ingeniero que tiene un importante cargo directivo en una empresa en Rio de Janeiro –situación con la que justifica la coproducción con Brasil-, motivo por el cual se encuentra radicado fuera del país desde hace cinco años y esto lo ha distanciado notablemente de su hijo adolescente Andrés (Tomás Wicz).
Partiendo de esta situación poco creíble por la notoria dificultad de Rago para manejar el portugués, al punto tal que con los directivos y compañeros de la empresa y con su propia pareja carioca (Déborah Nascimento) hay momentos en donde no se sabe si está hablando en español, en portugués o en una rara mezcla de ambos, arranca esta historia que nos hablará fundamentalmente de la recuperación de ese vínculo que se ha ido perdiendo con el tiempo, más alá del mero contacto telefónico que ambos mantenían.
El llamado de su ex esposa Ana (Cecilia Dopazo) pidiendo ayuda por la situación completamente desbordada por la que su hijo está atravesando, con diversos hechos de violencia grave que han sucedido en el colegio, hará que Pablo no tenga otra opción que abandonar intempestivamente su trabajo, vuele a Buenos Aires y se proponga emprender con Andrés un viaje a Bolívar, su pueblo natal al que hace casi treinta años que no visita.
Este viaje planteado como un viaje para reencontrarse, para recuperar y recomponer esa relación padre-hijo fragmentada, le servirá también a Andrés para conocer a Greta, una adolescente del pueblo por la que se sentirá fuertemente atraído pero que será también, quien indirectamente lo empuje a meterse nuevamente en problemas.
Andrés romperá una vez más las reglas y de esta forma su padre tendrá que lidiar, entre otras cosas, con una internación por un coma alcohólico, comportamientos mediante los cuales su hijo intentará llamar la atención y a través de ellos, llegar al nudo central del conflicto que calla hace tiempo.
Dentro del rubro actoral, a Mario Alarcón, como el abuelo de Andrés le tocan un par de escenas que hacen que se luzca nuevamente en un papel de reparto como los que él sabe elaborar.
Cecilia Dopazo y Pablo Rago, con su entrenado oficio y su buena predisposición, tratan de dar carnadura a sus personajes que no se ven ayudados con un guion que les hace atravesar situaciones de dudosa credibilidad (una de ellas es el asalto que sufre el personaje de Rago en mano de dos señoritas por las que se ve sexualmente atraído) y decir frases absolutamente inverosímiles, reforzadas por momentos de puesta teatral donde recitan monólogos dándose la espalda al otro personaje.
Y es meritorio el trabajo de Tomás Wicz, como Andrés, ese adolescente rebelde que busca el límite en la figura de su padre y expresa su padecimiento mediante la rebeldía como señal de alerta.
Con una interesante trayectoria en el musical off con “Falsettos” y “Mamá está más chiquita”, Wicz demuestra ser un actor con grandes posibilidades de sostener gran parte del peso dramático de la película en sus hombros y entrega un trabajo digno de destacar.
Si bien es loable que Jusid vuelva a estar detrás de las cámaras, logrando una película con buen ritmo y con la vitalidad que despliega después de cincuenta años de trayectoria, el principal problema con el que tiene que lidiar “VIAJE INESPERADO” es con un guion completamente anacrónico que no es para nada funcional con el estilo de lo que Jusid quiere contar.
Por momentos, resuelve situaciones en forma totalmente superficial y en muchos otros, se pone extremadamente solemne haciendo que los actores deban recitar sentidos monólogos que intentan develar secretos o situaciones dramáticas que han atravesado cada uno de ellos en su pasado.
La rigidez de los diálogos y la acumulación de frases impostadas hacen que sea complicado sumergirse en los problemas por los que transitan los personajes y que muchas veces más de un diálogo suene involuntariamente gracioso.
Sumado a esto, abundan situaciones que se explican con textos que lo subrayan todo, hay diálogos completamente inconcebibles y todo lucirá más como unitario televisivo que a un producto cinematográfico, con una trama que no hace más que seguir acumulando, o mejor dicho agolpando uno tras otros, temas pretendidamente “rimbombantes” y de los que vale la pena hablar.
“VIAJE INESPERADO” tiene el sabor de un filme fallido, con una propuesta enormemente más ambiciosa que sus concreciones.