Las crónicas del miedo 2

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Con la rapidez generada por el deseo de engrosar la billetera, luego del éxito de la primera, el año pasado (estrenada en febrero de este año en nuestro país), llega “Las crónicas del miedo 2” a la cartelera vernácula. Apenas seis meses después.

Ya explicamos esta suerte sub-género del terror al que podríamos calificar como de “película encontrada”, pero ampliemos un poco el concepto, así de paso me ordeno un poco por qué este tipo de producciones dependen de la buena predisposición del público que le es fanático para sobrevivir.

La primera convención, en realidad concesión, que el espectador debe hacer es la siguiente: alguien encontró un material filmado, en general de forma y con formatos caseros, y ahora se proyecta en la pantalla previo pago de la entrada. Claro, lo que vemos es material sobre terribles eventos “ocurridos realmente”. Terroríficos. Por eso los finales abruptos son parte de las reglas de juego porque se supone que quién grababa con la cámara no vivió para contarlo, y por eso (vuelta al principio) alguien lo encontró y lo muestra. Hay algunas variantes según las secuelas, pero digamos que este axioma es el propuesto en 1999 por Daniel Myrick y Eduardo Sanchez en “El proyecto blair witch”.

Otra concesión que el espectador debe hacer es inherente a la calidad de la película encontrada. Como son formatos hogareños (celulares, camaritas digitales o VHS, como en este caso) y la que filma o graba es gente no profesional, se permite el fuera de foco, movimientos espásticos, encuadres patéticos en los cuales, por ejemplo, la acción ocurre en el vértice superior izquierdo de la pantalla y el resto de la imagen es la alfombra del piso, pero por sobre todas las cosas los espectadores deben conceder que el dueño de la cámara decida siempre, siempre, siempre, tenerla prendida y filmar lo que pasa. Aunque lo que pase sea un engendro despedazando a la novia, nada de defenderla o siquiera salir corriendo. Mejor dicho, si sale corriendo es con cámara en mano y encendida. Es como un karma. A pesar de manifestar terror, pánico o deseo de irse a llamar a la policía, el improvisado camarógrafo tiene la filmadora ahí registrándolo todo.

Los archivos encontrados rompieron su propio código cuando en más de una oportunidad el registro empezó con una cámara, pero luego había cinco ángulos diferentes de vision. Se suponía que si una persona registraba todo con la misma cámara el contra plano no podía existir. Del verosímil no hablemos, y de la construcción de personajes mucho menos. No corresponde a este tipo de producto.

Así llegamos a “Las crónicas del miedo 2”. Al igual que en la primera, por carpichos del guión que funciona como nexo entre una historia y otra, un grupo de personas llega a una casa (¿deshabitada?) y sin luz, mejor dicho sin bombitas porque electricidad hay. En una de las habitaciones tenemos un televisor encendido, una video casetera, varios VHS desparramados y alguien ordenándole a otro (en esta oportunidad es una pareja de detectives) que los vea para ver si encuentra algo. Así veremos cuatro historias dirigidas por cuatro directores. Cada vez que una termina volvemos a la tele y al aparato de video, como ocurría con el libro y la congelación de la imagen final en la serie de Steven Spielberg “Cuentos asombrosos” (serie de TV 1985-1987, y 3 episodios en la película de 1985)

De paso retornamos al guión central. El de la-casa-de-las-luces-apagadas con la pareja detrás del rastro de un chico desaparecido. Ahondar en las historias no tiene mucho sentido porque son cortas. En todo caso se destacar “Un paseo en el parque” de Eduardo Sanchez y Gregg Hale, con la original idea de contar una historia de zombies desde la subjetiva de un ciclista desde su paseo hasta ser mordido y tansformado, y la atmósfera efectiva creada alrededor de una secta suicida en “Safe Haven” (2013) dirigida por Gareth Evans. Ninguna es una maravilla, pero están un par de escalones más arriba que el resto y justifican la entrada. Aprovechemos a recordarlas ahora. Cuando dentro de un mes (es una forma de decir) salga la tercera y a la semana siguiente la cuarta antología de historias, se nos van a mezclar todas.