Veronika decide morir

Crítica de V. De Grossi - Cine & Medios

Segundas oportunidades se ofrecen

No se puede decir que a la vida de Veronika Deklava le falte algo, pero realmente le falta todo. Pese a su excelente presencia, su buen temperamento y un trabajo que le permite darse todos los gustos de una buena vida burguesa, Veronika sufre depresión y este estado le brinda momentos de lucidez reveladora que no le gustan nada. La gran epifanía llega el día en que le recetan antidepresivos y se da cuenta que la vía farmacológica la llevará a un tobogán de conformismo al que no está segura de querer subirse. Entonces, decide suicidarse. Y como la película no tendría sustancia sin un “pero…”, esta tentativa le abrirá la puerta de otra oportunidad.
La nueva vida es Villette, una clínica psiquiátrica privada; y puede que sea una existencia más bien breve. No bien despierta de su coma en la cama de la clínica, le advierten que su intento de suicidio le ha debilitado el corazón y que su vida depende del capricho de un aneurisma. Sumida en la incertidumbre de los días, semanas o meses que le quedan, Veronika ronda el neuropsiquiátrico buscando y no buscando adaptarse, pero sobre todo aprendiendo el valor de una existencia que estaba echando en falta.
Esta adaptación de la británica Emily Young aborda situaciones que primero rozan la sensiblería, y que con el correr de los minutos se vuelven decididamente sosas, muy poco jugadas. Es cierto que la novela original de Paulo Coelho no es un dechado de situaciones de riesgo, o de imágenes provocadoras, pero el argumento en sí, la historia de fondo, permitía una apuesta mayor a la hora de trasponerla al cine. Ya que los guionistas se tomaron el trabajo de re-ambientar al personaje principal, su historia de vida y su entorno, bien podrían haber ido un paso más allá de la propuesta original.
Sin embargo, hay ráfagas de belleza en algunas secuencias (la agonía de Veronika al comienzo)
Sarah Michelle Gellar se desenvuelve bien en una trama que le es amigable y funcional, aunque sin particulares brillos. Tampoco los encontraremos en el resto del elenco, y no porque se trate de malos actores; están convincentes en su gestualidad David Thewliss y Erika Christensen, pero no hay vuelo en sus personajes. Son figuras planas, desprovistas de motivación y funcionales a una trama que los quiere para el tiempo y lugar de la acción. Sin historia, o al menos sin una historia interesante; pero sobre todo, sin futuro.
Una película para asomarse, mirar, encontrar la dosis justa de amor a la vida que pretende insuflarle su argumento original, y olvidársela al volver a casa.