Veronika decide morir

Crítica de Martín Fraire - País 24

Compendio audiovisual de autoayuda

A veces los soportes con los que se hace una obra artística alcanzan éxito precisamente por su organización estructural para destacar la belleza y la hermosura que se puede desprender del imaginario humano. Otras tantas, el intento se reduce a un par de pasajes sombríos y disfrazados.

Verónica decide morir no es una mala película, pero sufre en demasía la adaptación a la pantalla grande de la obra escrita por Paulo Coelho. El éxito y fenómenos alcanzados por el autor brasilero podían presagiar un traspaso cinematográfico, pero parece ser que el formato audiovisual puede quedar chico sin el debido pulido.

Incluyendo también los casos de Guillermo Martínez (Los crímenes de Oxford, 2008) y García Márquez (El amor en los tiempos del cólera, 2007) por citar autores latinos adaptados en los últimos años, podríamos coincidir en el mal tino que está teniendo el cine americano para llevar a la gran pantalla libros consagrados de este lado del planeta.

Y es que Verónica decide morir no es una mala película, pero en su intento por ser aleccionadora e invitar al espectador a pensar con reflexiones moralistas y mensajes éticos sobre el valor de la vida, recae en la redundancia y la previsibilidad.

Verónica (Sarah Michelle Gellar) es una mujer de 28 años que tras augurar un destino ordinario y sin sobresaltos –“casarse, criar hijos, descubrir los engaños de mi marido, ver que mis hijos cometen mis mismos errores” dirá al respecto- intentará suicidarse con la ingesta de pastillas y alcohol. Tras ser rescatada, será internada en un centro psiquiátrico donde sabrá que su vida pende de un hilo. Allí pasará sus días Verónica, entre un piano, el Dr. Blake (David Thewlis) principal director del establecimiento y Edward (Jonathan Tucker), un interno que no habla pero establece un fugaz contacto con la protagonista.

A partir de las situaciones establecidas por un guión que en momentos resulta efectivo y en otros predecible, la directora Emily Young aprovecha cada momento para intentar igualar aquel fenómeno construido por Coelho. Así, los diálogos sobre el comportamiento de la sociedad posmoderna y las relaciones generadas en un mundo prefabricado son puestos en duda precisamente allí, en el hospital psiquiátrico, donde pierden sentido términos como lo “normal”, lo “lógico” y lo “razonable”.

Pensado de esta manera, los poco más de 100 minutos que dura la película no alcanzan ni para el desarrollo de los personajes, ni para una completa articulación de la trama principal. Sin embargo, el sentido del film y la capacidad de transmitir la idea original están presentes y se subyacen con un metraje que logra su cometido a medias.

Muy a pesar de ello, Verónica decide morir cuenta con ciertos hallazgos que vale la pena descubrir por sí mismo. Ya sea desde el correcto trabajo actoral, hasta un denotado cuidado estético, el film se hace con respeto y busca traducir aquello que intenta contar su obra original. El no lograrlo completamente tampoco impide que, a pesar de sendos lugares comunes, no se trate de un film atendible.