Veronika decide morir

Crítica de Laura Gehl - Cinemarama

¿Por qué?

Eso, ¿por qué? ¿Por qué esta película? ¿Por qué Verónika decide morir? Por nada importante, porque uno se puede morir por lo que quiera, quién es quién para impedirlo, pero tampoco es cuestión de andar muriendo por cualquier pavada, vea: un día la chica en cuestión se levanta en su hermoso departamento de Manhattan y decide que en el futuro su vida será una mierda, estará casada con un tipo que la engañará vilmente y estancada en ese trabajo en el que le va muy bien y gana mucha plata pero que en realidad no le gusta ni un poquito. Entonces, ese mismo día, pero a la tarde, después de haber paseado por toda la isla la cara de culo y de hastío de este mundo moderno y desalmado, decide que lo mejor es morirse ahora ya mismo sin perder un segundo. Pone Radiohead, que como todo el mundo sabe es la banda sonora del suicidio, y separa prolijamente en hileras algunas pastillas, no todo el frasco, solo algunas, lo que claramente es una inconsistencia según el manual del suicida porque si te vas a matar mejor tomar todas las pastillas, para qué dejar más en el frasco si no se espera volver a tomarlas, en fin… Sigamos, porque viene un momento muy interesante: empieza a escribir una carta a los padres: “Queridos mamá y papá, nada de esto es su culpa”, y lo borra, ya está, primer indicio de que en realidad todo esto es por culpa de los padres, como siempre. Entonces, en lugar de reventarles la conciencia a los progenitores que de puro pajueranos no la dejaron estudiar piano, le manda una carta de lectores a una revista de moda que proclama que el verde es el nuevo negro ofuscada por la falta de visión editorial para cosas importantes como la vida misma y la trascendencia humana, que como también se sabe es de lo que realmente quieren enterarse las lectoras de Vogue y Cosmopolitan, todas potenciales suicidas justamente por esto mismo. Una desgracia, mire.

Pero como si la pobre chica no tuviera suficiente con todo esto que ya le conté, sobrevive, y no contenta con no morirse encima termina en un loquero, lujoso, eso sí, pero loquero al fin, con todos los estereotipos y clichés sobre el tema que se le ocurran incluido el médico poco ortodoxo que en realidad es un siome, y el ping pong que, a riesgo de ser repetitiva, como todo el mundo sabe solo practican las personas con problemas psiquiátricos. Y para seguir con las inconsistencias le agregamos que Veronika, a causa de la jodita esa con las pastillas, se laceró el corazón y no le quedan ni semanas de vida, o sea que se va a morir igual y por eso está internada en un psiquiátrico que por si no lo sabe es el lugar especializado para tratar problemas cardíacos. Pero después nos enteramos de que no es un problema conceptual de guión sino que eso del corazón roto eran todas patrañas del médico ese poco ortodoxo que le quiere enseñar a esta chica que la puta, vale la pena estar vivo. Y para eso nada mejor que mostrarle un montón de gente que está peor, que se sabe es un excelente argumento para sacudir de la modorra a los suicidas endebles, sumado a, en este caso, conocer un chongo que tiene más problemas que los Pérez García, lo que la hace sentir como una especie de Mujer Maravilla, que al final no estaba tan mal y la vida con un pibe de la mano se disfruta y todo. Casi ni vale la pena detenerse en ese momento en el que se especula con que se murió ahí nomás delante del pobre tipo (encima se amaga con que se tira al río porque parece que se le mueren todas las minas), pero no, era que se había dormido un rato, y rápidamente se despierta a tiempo para ver el amanecer, que por suerte no es el amanecer de los muertos. Una más para la góndola de películas de autoayuda que en realidad, como todo el mundo sabe solo ayudan a que uno tenga ganas de prenderse fuego a lo bonzo por el mero hecho de haberlas mirado.