Veronika decide morir

Crítica de Carlos Herrera - El rincón del cinéfilo

A Paulo Coelho le fue contada, por una joven llamada Verónica, las experiencias profesionales de su padre dentro de la psiquiatría. Decidió entonces adentrarse en el mundo de los establecimientos neuropsiquiátricos para conocer cómo transcurre la vida en ellos y luego, en el año 1998, publicó la novela “Verónika decide morir” a la que le dio un cierto toque teatral, que permite a los lectores componer en su mente a los personajes sólo desde la completa descripción que hace quien escribe sin dejarle lugar para imaginarlos de otra manera. Coelho conoce a la perfección esta técnica porque también es autor y director de teatro donde este recurso es una de las bases conceptuales para el armado de una puesta en escena.

En el año 2009 la novela fue llevada por Emily Young al cine con guión de Roberta Hanley y Larry Gross, quienes la fijaron en el género del drama romántico alejándose un poco del mensaje testimonial del libro al poner mayor énfasis en la vida amorosa de la protagonista y mostrar levemente el ámbito de los lugares donde son internados los enfermos mentales.

La historia cinematográfica conserva la estructura cronológica de la novela para contar lo que le sucede a Verónika, una mujer que no ha llegado a los 30 años, exitosa en su profesión, sin problemas de dinero pero a quien la rutina y una vida sin ningún tipo de emociones la llevan, rápidamente, a una fuerte depresión que hace crisis y provoca su decisión de suicidarse. Pero falla. A raíz de ese intento de eliminarse será internada en un establecimiento neuropsiquiátrico dirigido por el Dr. Igor, profesional que experimenta con una sustancia orgánica denominada Vitriolo, con la que intenta curar a los pacientes depresivos.

El médico le comunica a Verónika que los fármacos que tomó al intentar quitarse la vida la afectaron orgánicamente y que morirá dentro de un plazo muy corto. En el lugar también está internado Edward, un joven que padece esquizofrenia desorganizada, es decir, que razona y acciona de manera normal pero tiene limitada emocionalmente su capacidad para hablar (alogia). Verónika que al tomar conocimiento de que su fin está próximo ha decidido hacer todo lo que se reprimía por imposiciones sociales entablará una relación sentimental con el muchacho.

En esta obra cinematográfica al espectador le llega el mensaje de la necesidad de una contención afectiva-emocional para poder vivir, por lo que se trata en definitiva de una historia sensiblera y con un cierto optimismo hacia las posibilidades de curación de un trastorno psíquico. Sin embargo la desprolijidad del guión al presentar “lagunas” en la narración que desvirtúan lo profundo que se le quiere imprimir a la proyección de la consideración social hacia los enfermos mentales.

Tal es así que se incluye cinematográficamente la metáfora de un relato que cuenta sobre un reino en el que el agua fue contaminada por una sustancia que volvió locos a todos los habitantes, pero las escenas pasan tan rápido que la mayoría de los espectadores no tiene demasiado tiempo para elaborar el mensaje de que los “locos” son los que hacen cosas diferentes a lo que la sociedad impone que deben hacer los “normales” y todo queda solamente en una pretensión de profundidad narrativa.

Esta obra cinematográfica contiene momentos interesantes y las interpretaciones son correctas y parejas aunque ninguno de los roles son exigentes y los actores sólo construyeron sus interpretaciones desde los estereotipos. Se destaca la música incidental del compositor inglés Murray Gold.