Vergel

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

El tránsito de la angustia

La muerte de un ser querido siempre deja una herida abierta. Y más si se trata de un amor. La directora Kris Niklison, que había debutado con el documental “Diletante”, puso en foco en “Vergel” el dolor y la angustia que se vive en pleno duelo. Una mujer brasileña, residente ocasionalmente en Buenos Aires, debe resolver cómo enviar el cadáver de su marido a su país natal. Está encerrada en un departamento, hastiada, desesperada, y no sabe cómo hacer para resolver lo antes posible un tema burocrático. Pero lo que más le pesa es lo que va más allá de cómo remitir un ataúd a otro país, con las típicas idas y vueltas de ocasión, sino cómo hará para seguir sus días sin él. Primero buscará por internet para saber si hay vida después de la muerte, después mirará por el balcón cómo el mundo sigue su curso sin reparar en angustias propias o ajenas. Hasta que un día casi por accidente conocerá a una vecina que siempre va a su departamento para regar las plantas. En esa vecina (la siempre eficiente Maricel Alvarez), ella encontrará una suerte de oasis, pero es mucho menos que un sorbo de agua en el desierto. Lo más valioso de la película es cómo la realizadora se las ingenió para retratar los tiempos muertos de las protagonistas. El hastío, los silencios, la tristeza, las miradas perdidas, el deseo, el sexo como antídoto. Todo ese universo está expuesto desde la lente de Niklison. Sin subrayados, con simpleza, con una cámara que se mete en los lugares de la angustia sin golpes bajos y hasta permitiéndose desdramatizar las situaciones más dolorosas. Vergel significa un lugar con muchas plantas. En ese título está el costado poético del filme, que cada uno interpretará a su modo.