Vergel

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - A Sala Llena

“Vos creés que todo tiene un sentido”, le dice su madre por teléfono a la protagonista (Morgado). Y en este filme tan meticulosamente compuesto en sus escenas, la pérdida pareciera estar signada más por la complicidad silenciosa que por la soledad absoluta.

Vergel, estrenada este jueves en el BAMA, narra la espera por la que se ve obligada a pasar la protagonista, una brasilera en Buenos Aires, durante el trámite burocrático para repatriar el cadáver de su marido.

Casi la totalidad de la película transcurre en el departamento donde se hospeda esta mujer sin nombre, lo cual da pie a algunos planos notables que otorgan sentido a su proceso de duelo. El departamento se convierte así en un espacio resignificador de la intimidad del personaje, pues su duelo exhibe tonos rojizos, anaranjados y verdosos; elementos que brinda el profuso jardín regado por la vécina (Álvarez).

La rara química entre la mujer y la vecina deviene luego en encuentros cargados de intimidad. Estos se suman a las noches en que la protagonista ve una y otra vez el video de su marido haciendo un inocente truco de magia, el programa de televisión chino que le añade un toque absurdo a la situación y el jardín, ese jardín que guarece del verano inclemente.

Al final la película vale por su composición de planos en sintonía con el luto. Tonalidades rojizas y anaranjadas que hacen pensar en Almodóvar, en la imposibilidad de acción frente a la muerte, en la incomunicación. Observemos, por ejemplo, esa escena donde se le informa por teléfono a la viuda que su caso está retrasado “porque así ocurre con los muertos”. Ella, entonces, responde gritando de bronca e impotencia; reacción que solo será escuchada por teléfono y por cortesía.

Lo apresurado y esperable en la resolución de la trama impide que el filme resuene más allá de la sala de cine; pero esto poco importa frente a lo que nos ha permitido ver Niklison en su labor de cinematografía: una soledad compartida desde la contemplación ligera, casi banal, del entorno y los vecinos en el día, y de los recuerdos y la intimidad en la noche.