Vergel

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Vergel es una película de espacio. Su título ya lo indica: el término significa un lugar con abundancia de plantas, flores y frutas y está asociado normalmente a la felicidad de la vida, a la alegría de vivir. También es una película de colores, mayormente complementarios, es decir aquellos que se oponen dentro del círculo cromático, colores puestos en conflicto que producen una imagen potente, paradisíaca, y muy expresiva en esta segunda película de la argentina Kris Niklison, después de Diletante (2009) en la que había llamado tanto la atención el retrato amoroso de su propia madre: también una mujer en la naturaleza.

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El espacio geográfico de Vergel no es el del Paraná, como en Diletante y, aunque también hay mucho verde (el color elegido), se trata aquí de un balcón terraza en un 8vo piso de algún barrio de Buenos Aires. Una pareja brasileña pasaba unos días de vacaciones hasta que el marido muere por un accidente, del que no tenemos mayor detalle. Niklison que escribe, dirige y fotografía espléndidamente su película, retacea con inteligencia la información, la va lanzando de a poco, de modo de no apabullar seguramente. Sobre algunos temas no se sabrá mucho: el accidente tal vez en el rio o en el mar, de quién es ese departamento, una madre postrada en Brasil, un hombre que amenaza por teléfono ante una queja de la dueña por un tequila en una fiesta, la vecina de abajo que tiene la llave y de pronto aparece a regar las plantas. Notable, en ese sentido, el nivel de la enunciación en el desarrollo de este guión: la espera de una mujer mientras se resuelve la entrega del cuerpo de su marido muerto se convierte en el pasaje de entender la muerte del ser amado y de retomar la vida con ese estigma. En el medio estallará una situación amorosa inesperada. Es verano. Todo parece más intenso.

Lo que ocurre en ese espacio reducido y algo laberíntico siempre tiene como centro el balcón, incluso en el interior las plantas se proyectan en sombras contra las paredes amarillas. Será allí donde Ana Clara (sabemos su nombre por un mail que se hace mandar por su marido) va a moverse durante esos días. Su único contacto con el exterior será a través de su teléfono: las voces de un oficial, un agente de la fiscalía y la empleada de una cochería son voces que terminan siendo muy importante para la historia, pero donde la película encuentra su punto débil. Demasiado retóricas, demasiado informativas, contrastan fuertemente con lo implícito que maneja el resto.

También el exterior del balcón es importante, lo que se ve desde allí: otros balcones, las ventanas, las terrazas, la calle. Bello el momento en el que ella asiste a cierta sinfonía de sonidos (Martín Grignaschi) de los otros vecinos. Jugando con el recurso y la referencia de una ventana indiscreta.

La actriz brasileña Camila Morgado (la película es coproducción con Brasil) tiene gran presencia en pantalla pero por momentos cierta teatralidad la deja en lugares de sobreactuación. Es verdad que tiene que manejar un arco de situaciones muy disímiles y muy exigentes. Maricel Alvarez, siempre genial entre la comedia, el amor y el drama. Gran actriz del cine contemporáneo argentino.

Niklison logra una película bella, con planos no conformistas, angulaciones cenitales, imágenes fragmentadas, reflejos y desplazamientos de la cámara que producen momentos sigilosos, rítmicos y expectantes. La experimentación visual es notable y resulta realmente el fuerte de la película.