Verano maldito

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

El bien y el mal, sin fronteras

El filme si bien se apoya en un cuento de Mishima, tiene la identidad de un curioso y original cineasta como Luis Ortega y ese es el mayor aval de este filme, en el que se destacan Julieta Ortega y Joaquín Furriel.

Hace varios años que Luis Ortega quería llevar al cine el cuento de Yukio Mishima "Muerte en el estío", finalmente lo logró.

"Verano maldito", igual que su filme anterior "Los santos sucios" se ubica dentro de una poética despojada, austera, en la que sus personajes parecen inmersos en un cierta enajenación que los lleva a crear un mundo con reglas propias.

Estas criaturas que tanto le atraen a Ortega, coguionista y director de uno u otro modo desafían y desdibujan contornos culturales, en pos de ser fieles a su libre albedrío.

Eso sucede en este filme, en el que Julieta Ortega concreta uno de sus papeles más comprometidos dentro de su carrera, a la que la actriz le pone el cuerpo sin prejuicios, dejándose someter a las postulados de una historia, que la ubican en el papel de una madre joven, cuya espiral de locura, la sumerge en una subrealidad en la que el bien y el mal ya no tienen fronteras.

CASA BLANCA

La historia se ubica durante un verano. En el interior de casa blanca cerca de la playa, se observa a una mujer que duerme mientras su cuerpo es bañado por el sol. Más adelante en la orilla del mar, un hombre observa el horizonte, unos niños corren cerca del agua y de pronto un vertiginoso giro provoca un accidente, los niños mueren y eso que parecía apacible se convierte en una pesadilla.

La mujer y su marido, ya no parecen entenderse ni comunicarse más a partir del accidente y cada uno termina escondiéndose en un mar de silencios, de caminatas, de situaciones que parecen extraídas de un estado de cierta alucinación. Ya nada es lo que parece y lo que sucede choca, pega, cuestiona al espectador.

Luis Ortega filma con una libertad narrativa, que entre una y otra película, parece ir despojándose de ciertos vicios estilísticos, para centrarse cada vez más en la adquisición de una narración propia, en el que las imágenes se apoderan de cada fotograma y ejercen un cierto magnetismo y fascinación en el espectador, que incentivan el interés por querer saber más de lo que se cuenta.

"Verano maldito" si bien se apoya en un cuento de Mishima, tiene la identidad de un curioso y original cineasta como Luis Ortega y ese es el mayor aval de este filme, en el que se destacan Julieta Ortega y Joaquín Furriel.