Verano 1993

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Verano azul

Carla Simón ganó el premio a la Mejor Directora el año pasado en el Bafici por Verano 1993, sobre una nena y su contacto prematuro con la muerte.

Lo que logra Carla Simón con su ópera prima es algo parecido a una proeza. La protagonista absoluta es Laia Artigas, una nena de seis años de mirada triste y expresiva que recuerda un poco a la Ana Torrent de El espíritu de la colmena y de Cría cuervos. Ella interpreta a Frida, una nena cuya madre acaba de morir y que quedó al cuidado de sus tíos en una casa de campo de las afueras de Barcelona.

La cámara de Simón -que ganó el premio a la Mejor Directora el año pasado en el Bafici- raramente la abandona, y nos proporciona la información que necesitamos gracias a los diálogos en off que escuchamos entre los adultos. Y que escucha la pequeña Frida, también, claro, que parece confundida y apesadumbrada pero sin saber bien por qué. ¿Qué puede saber de la muerte una nena de seis años? (¿Qué sabemos de la muerte nosotros los adultos?)

Verano 1993 es un coming of age también, aunque prematuro. No hay un pasaje de la niñez a la adolescencia, o de la adolescencia a la adultez, sino más bien de la ingenuidad infantil a la consciencia precoz de nuestra vulnerabilidad. Y si bien una leyenda final nos da la pista de que acabamos de ver una película autobiográfica y probablemente la mayoría de los espectadores no atravesamos por la misma situación que atravesó Frida (y Carla Simón), resuena como toda buena historia y nos traslada a nuestra infancia y a nuestras primeros contactos con esa cosa rara que es la muerte (en mi caso, nada original, una abuela).

Pero la proeza de la que hablo no es solo esa. La directora consigue un trabajo mágico de Laia Artigas y también de Paula Robles, otra nena todavía más chica, que hace de su prima, la hija de sus tíos. La hija “verdadera”, digamos, porque Frida siente todo el tiempo que es la hija suplente. Gran parte de la película se desarrolla entre ellas dos, con juegos, peleas y accidentes domésticos, que siempre están contando otra cosa, una cosa más profunda.