Venom

Crítica de Ernesto Gerez - Metacultura

La autocensura como norte

En las películas de superhéroes (sobre todo de Marvel) hay una obsesión con el humor que no necesariamente está ligada al peso del mismo en los comics. Los chascarrillos de estudiantina parecieran tener la responsabilidad de unir a las diferentes generaciones de espectadores. Y no lo consiguen nunca. Acá -como era de esperarse- los chistecitos no funcionan. Incluso, hasta se los ve incómodos a aquellos que los llevan adelante. Uno es Tom Hardy. Porque, esta vez, y a diferencia de muchas otras, hay actores con un peso en pantalla que no es sólo apellido. También está Michelle Williams, otra que demostró, al igual que Hardy, que le puede aportar a sus personajes una profundidad que Venom no exige. De hecho, Hardy se desmarcó rápido de la producción: “las escenas que más me gustaron las cortaron”, dijo por ahí. Y esto tal vez tenga que ver con el target buscado por los productores. Inicialmente Venom iba a ser prohibida para menores pero, finalmente, se le hicieron las modificaciones necesarias para que sea para mayores de trece, el nuevo Apto Todo Público que cumple con los parámetros del statu quo. En ese sentido, comparte mucho con las adaptaciones del Marvel Cinematic Universe (aunque no pertenezca al mismo por una cuestión de derechos), conjunto que ya supera las veinte películas y que entre sus marcas más visibles están su mira puesta en los imberbes y su humor subnormal mechado entre toneladas de CGI.

Eddie Brock (Hardy) es un periodista medio cancherón, pareja de Anne (Williams), que tiene un programa de investigación en el que entrevista y le saca la careta a Carlton Drake, líder amoral de la fundación Vida, cultor de la posverdad al modo de la derecha mundial actual, y traficante de los simbiontes que luego se convertirán en los antagonistas de turno: Venom y Riot. Porque aunque Venom sea -generalmente y como en Spider-Man 3 (2007)- un villano, esta adaptación toma como referencia al comic Lethal Protector, del año 1996, en el que Venom lucha contra otros simbiontes como él y pasa de villano a héroe. La película de Ruben Fleischer (también director de la simpática Zombieland del año 2009) desaprovecha un inicio que entretiene (como pasa en la remake de Depredador, otro tanque actual que arranca más o menos bien y descarrila para siempre dejándonos boquiabiertos ante tanta subnormalidad), desaprovecha un personaje mínimamente más oscuro que otros de Marvel (con el que por estar fuera del MCU se podría haber jugado mucho más con la violencia y la tensión), y deja de lado al horror corporal cronenbergiano al que se presta la historia del alienígena. Casi en el final, la voz en off de Venom que habla con Eddie cuando éste lo aloja en su cuerpo -y que está siempre utilizada horriblemente- después de que Eddie le dice que tienen que unirse para luchar contra los malos o alguna pavada similar, le pregunta “¿y quiénes son los malos?”; y los malos, para la película -y en general para el mundo comiqueril que no le aporta nada al mundo- están representados por un matón de barrio que no vale dos mangos, el último eslabón de la cadena del universo criminal. ¿Pero qué le podemos pedir a un producto tan cuadrado que se automutila por gusto?