Venom: Carnage liberado

Crítica de Walter Pulero - Cinergia

El simbionte alienígena se enfrenta a un nuevo enemigo

Toda energía existente en el universo tiene dentro de sí una dualidad que otorga dos fuerzas fundamentales que son opuestas y complementarias a la vez. En los seres humanos, podemos identificar a una de ellas como la “voz de la conciencia”, que nos da otro punto de vista completamente distinto a lo que tenemos en mente, demostrando que cada pensamiento posee un complemento contrario para que así veamos las dos caras de la misma moneda antes de avanzar en nuestras decisiones.

Sin embargo, en Venom: Carnage liberado (Venom: Let there be Carnage), esta dualidad no se encuentra solo dentro de la mente del protagonista, sino que se muestra directamente en el plano físico gracias a la interacción de Eddie Brock (Tom Hardy) y su simbionte alien Venom. Siguiendo esta línea, los espectadores podemos ver en gran parte de la película las idas y vueltas entre ambos, problema que parecía haber quedado atrás en Venom (2018), la primera entrega de la saga.

Como el simbionte tiene su identidad propia, los choques entre él y Eddie hacen que al principio de la película el personaje interpretado por Hardy comience a sentirse agobiado de todos los pedidos y sugerencias de Venom, haciendo que la relación entre ambos comience a tensarse. A diferencia de cómo nos mostraría esta situación una película de genero dramático, en esta entrega del antihéroe de Marvel vemos estos conflictos desde un punto de vista cómico, haciendo que esto sea la mejor parte de la película al mantenernos entretenidos a medida que avanza la trama.

No obstante, para terminar de afianzar la identidad de Venom como el protector letal al que estamos acostumbrados en los comics, es necesario afrontarlo con un villano “de su tamaño” como lo es Carnage, que es mucho más violento y desastroso que él. Esto ocurre, sin querer, cuando en sus intentos de hacer un bien a la sociedad Eddie vuelve a encontrarse con Cletus Kassidy (Woody Harrelson), a quien ya habíamos visto en la escena post créditos de la primera película.

Lo único que Kassidy quiere es volver a ver a Frances Barrison (Naomie Harris), su amor de la infancia a quien en los cómics conocemos como Shriek. Sin embargo, al aliarse con Carnage toda esta situación se lleva a cabo de la manera mas violenta que se podría imaginar, dejando destrucción y matanza en todo su camino hasta llegar a su objetivo.

Como todo (anti) superhéroe, Eddie y Venom no pueden enfrentarse a Carnage solos, por eso en esta segunda entrega cuentan con la pequeña pero necesaria ayuda de Anne (Michelle Williams) y Dan (Reid Scott), que, si bien no aportan mucho, están en el momento y lugar correctos para darle una mano a Eddie, tal como sucedió en la primera entrega de Venom.

Si comparamos ambas películas, Venom: Carnage liberado es mucho más graciosa que la anterior, cuenta con excelentes escenas de acción y un CGI avanzado y la historia es mucho más afianzada, ya que le determina a Venom (y a Eddie) los “villanos” a los que se quieren enfrentar. Así, Venom termina por decidirse a ser el antihéroe y protector letal para así afirmar su identidad como defensor de la ciudad.

Como todo fan de Marvel sabe a estas alturas, la película no termina cuando rueda la primera ronda de créditos, sino que hay una última escena que llevará a los espectadores a la emoción (y a la preocupación) y nos dará una idea de cómo seguirá la historia de Venom y Eddie en un futuro próximo. El problema es que para eso hay una gran espera totalmente indefinida, porque, como ya sabemos, en las entregas de Marvel hay un universo de posibilidades.

*Review de Agustina Colobraro*