Venom: Carnage liberado

Crítica de Jose Luis De Lorenzo - A Sala Llena

TÚ ERES MI VENENO

En las últimas películas de James Bond y de Venom, el acercamiento del héroe al villano por tacto o intercambio de un fluido crea dos situaciones notoriamente opuestas: la del traspaso de un poder que beneficia a su adversario y la de brindar un “toque” letal.

Así se da pie en esta secuela de Venom (spin-off de Spider-Man) a que el recluso y criminal Cletus Kasady (Woody Harrelson) sea liberado de su confinamiento y pueda, en parte, concretar alguno de sus planes, que no son tan extremos como apoderarse de un universo. Su objetivo, en cambio, es recuperar y estar cerca de su amada, a quien conoció en un reformatorio allá por su niñez. Otro nexo que quizás podemos encontrar con el 007 de Craig.

El Eddie Brock de Tom Hardy es un periodista que necesita generar con urgencia un contenido exitoso para su medio. Su novia Anne (Michelle Williams) lo dejó a causa de su temperamento un tanto incontrolable. No debe ser fácil ser el huésped de un alien simbionte como Venom.

Cletus, todavía convicto, desconoce que el tímido Brock a su vez es Venom, y aunque algo sospeche, el afán un tanto sensiblero que recibe este personaje le permite explicitar su deseo de mantener una relación amistosa con aquel.

Al mejor estilo Dr. Jeckyll & Mr. Hyde, tanto Eddie como Cletus deben pelear contra sus alter ego, dos alienígenas que deciden salir a superficie según las circunstancias lo requieran, sin explicación alguna o a causa de una estimulación. A veces para hacer un poco de psicoanálisis con su huésped, o simplemente para derivar en lo mejor que tiene este film, esto es, las charlas cómicas entre ambos. El uso de la comedia es algo que funcionó de maravillas en otros productos de superhéroes y aquí no existe excusa como para no hacer uso de esa misma fórmula.

Venom está dirigida por Andy Serkis. En esta, su tercera película, Serkis demuestra ser un conocedor de la utilización de efectos especiales. Ha concretado un film pequeño, de poca duración, efectivo, del que no se vislumbra un espectáculo grandilocuente o majestuoso sino medido y equilibrado. Por momentos aparenta un marco de videojuego, o acaso remite a una lúgubre extrapolación de cómic. Venom podría pasar por producto de los 90; incluso sorprenden algunas líneas de diálogo como una de Anne (Williams) en la que destaca quedarse con cierto hombre a su lado ya que le brinda seguridad. Algo inimaginable para la mujer independiente de estos tiempos.

En Venom hay pasado, hay acción, hay persecución, y también la debilidad por la amada, el eventual sacrificio. Todo ocurre en casi la mitad de lo que dura una Bond, escena post créditos incluida.