Venimos de muy lejos, la película

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Una suma que resta

“El que mucho abarca poco aprieta”, reza el dicho popular. Y en algo similar podría resumirse este, aclaremos, merecido homenaje a los 30 años del Grupo de Teatro Catalinas Sur y el medio siglo del barrio que le da nombre a este colorido ensamble artístico.

El director Ricky Piterbarg cruzó realidad y ficción, con una forzada historia embebida en el documental. Orillando entre el cine y el teatro, este choque de géneros atropelló seriamente al guión.

No se entiende si se está dentro de una película o una obra de teatro o el making off del filme, o un musical, o un repaso sobre el grupo teatral callejero, o un racconto de entrevistas en plan documental, o qué. Los límites son difusos, sin un enfoque argumentativo claro. Como si se hubiesen ensamblado de apuro varios proyectos cinematográficos.

El aspecto de ficción es lo más polémico, centrado en la vida del padre del cineasta de Venimos de muy lejos. Este hombre ve a una fantasmal niña de blanco, su carácter se ve minado por problemas y los berrinches de su padre no suman. ¿Qué tiene que ver eso con los inmigrantes en plan teatral? Quizá que el anciano muestre las pocas imágenes de archivo del filme. Quizás.

Se destaca en el fime el coro teatral y la representación de la fundación de la República Popular de La Boca junto a los pintorescos vestuarios de los actores teatrales y sus roles de inmigrantes. También se ven flashes (como si fuese un videoclip), de las escenas del Mundial ‘78, las sirenas que refieren al hundimiento del buque General Belgrano en la guerra de Malvinas, los ataques anárquicos, citas de Roberto Arlt. Si cuesta contarlo, cuesta entenderlo.

Valen destacar la locación del conventillo (con gritos y puteadas en italiano incluidas), las imágenes nocturnas de la obra callejera que aportan por el carácter intimista. También, la repercusión del público y las entrevistas finales a los inmigrantes actuales. Pero sin cohesión, ningún homenaje cierra.