Venimos de muy lejos, la película

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

A fines del siglo XIX y comienzos del XX, hombres, mujeres y niños que dejaban las penurias y el hambre de España, de Italia y de otros países sumidos en el horror de la guerra y de las persecuciones llegaron a América buscando el futuro feliz negado por su terruño. Muchos de ellos, con sus costumbres, sus idiomas y su esperanza ocuparon conventillos en La Boca, donde volcaron sus disímiles trabajos en una confraternidad que, muchas veces, se llenaba de discusiones, música, añoranzas y deseos de progresar en una tierra que todavía le era ajena.

Vecinos de Catalinas Sur decidieron formar un grupo de teatro y presentar esta problemática inmigratoria en la plaza de su barrio, y durante mucho tiempo radiografiaron a sus ancestros a través de cuadros costumbristas de la época. El director Ricky Piterbarg decidió llevar al cine tanto ese esfuerzo barrial como las reminiscencias migratorias. Así nació Venimos de muy lejos, que borra el límite entre el documental y la ficción para dar lugar al encuentro entre el pasado y el presente uniendo al menos tres generaciones marcadas por la migración. Mediante coloridos y nostálgicos cuadros, con escenografías teatrales, van pasando anécdotas, canciones, rencillas y amores observados tanto desde una óptica humorística como dramática, mientras el grupo de cineastas comandados por Piterbarg sigue con su cámara a esos personajes plenos de optimismo.