Venganza implacable

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

SUB-EASTWOOD

Viendo Venganza implacable -horrible traducción para el original Honest thief-, en varios pasajes no podía evitar recordar a films de Clint Eastwood como La mula, Gran Torino, Crimen verdadero y especialmente Deuda de sangre. Todos relatos donde lo policial tiene un peso significativo y donde la vejez y/o el retiro están siempre sobrevolando. Sin embargo, la película de Mark Williams es una versión algo devaluada, un intento interesante pero bastante fallido de conectar con las atmósferas de ese cine y que necesita en demasía de la presencia carismática de Liam Neeson.

Es que es Neeson el motor principal -por no decir el único- de un film donde el actor pareciera emprender un camino parecido al que Eastwood inició en los noventa: el de utilizar las plataformas genéricas para reflexionar sobre lo que podríamos denominar como “el reposo del guerrero”. En este caso, con la historia de Tom Dolan, un notorio ladrón de bancos que, luego de conocer a Annie (Kate Walsh), que parece ser la mujer de su vida, decide comportarse de manera honesta y entregarse al FBI, solo solicitando a cambio una sentencia reducida. Sin embargo, es traicionado por dos agentes corruptos, con lo que pronto se encuentra inculpado por un homicidio que no cometió y huyendo mientras intenta proteger a su amada.

Si Neeson interpreta con solvencia a un profesional que quiere hacerse cargo de lo que fue e hizo para emprender un nuevo camino, pero al que las circunstancias lo obligan a recurrir a sus antiguas habilidades, el ensamblaje narrativo que lo rodea se revela como bastante frágil. Esos problemas ya pueden apreciarse en ese interés amoroso que es Annie, un personaje con rasgos simpáticos pero también demasiado ingenua -hay algunas decisiones que toma que son hasta risibles- y sin la suficiente carnadura para hacer creíble la subtrama romántica, que es el verdadero núcleo central del relato. Y se potencian con los antagonistas, especialmente el principal, ese agente sin escrúpulos interpretado por un Jai Courtney que poco puede hacer para sacarlo de lo esquemático y otorgarle rasgos verdaderamente temibles y que puedan rivalizar con la presencia de Neeson. Apenas si se puede rescatar al noble agente que compone Jeffrey Donovan, que va a todos lados acompañado por el perro de su ex esposa -un chiste repetido pero que funciona- y que, pase lo que pase, siempre se comporta de manera recta.

De Venganza implacable se puede rescatar que sabe que tiene una premisa acotada entre manos y su voluntad por contar su pequeña historia sin grandes estridencias. La acción es puntual, solo la justa y necesaria, y no se permite caer en pirotecnias exageradas, lo cual se agradece en tiempos donde muchos realizadores creen que la acción consiste solo en hacer explotar todo. Lo mismo se puede decir respecto a un ritmo pausado y un tono algo melancólico que son bastante inusuales dentro del espectro de la producción actual. Pero no hay mucho más que eso, como si Williams hubiera entendido solo la superficie del cine de Eastwood, pero no su verdadera esencia, donde es central el diseño de los personajes, marcados por el profesionalismo, la lealtad y la coherencia, además de la fe en los códigos que manejan. Y si bien Neeson parece el candidato adecuado para heredar las gestualidades y conductas del cine de Eastwood, en Venganza implacable no tiene al realizador indicado para conducirlo hacia un retiro con gloria.