Venganza implacable

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Todo por amor

Hoy en día muchos palurdos suelen reducir la carrera de Liam Neeson a su estampa del nuevo milenio de ídolo veterano de acción símil Charles Bronson o Lee Marvin aunque en versión algo aggiornada/ lavada/ sensiblera, sin embargo la trayectoria del señor es bastante más compleja ya que para llegar a este punto tuvo que atravesar un derrotero muy diverso que comenzó con clásicos fantásticos como Excalibur (1981) y Krull (1983) y otros de fuerte entonación testimonial en línea con Motín del Bounty (The Bounty, 1984), La Misión (The Mission, 1986) y Sospechoso (Suspect, 1987), a posteriori pasó por un puñado de thrillers heterogéneos como por ejemplo Sala de Espera al Infierno (The Dead Pool, 1988), El Hombre sin Rostro (Darkman, 1990), Bajo Sospecha (Under Suspicion, 1991) y Un Destello en la Oscuridad (Shining Through, 1992), para finalmente desembocar en aquella consagración de Maridos y Esposas (Husbands and Wives, 1992) y la archiconocida La Lista de Schindler (Schindler’s List, 1993), prólogo de su período mainstream y de trabajos célebres como Nell (1994), Rob Roy (1995), Michael Collins (1996), Los Miserables (Les Misérables, 1998), Star Wars: Episodio I- La Amenaza Fantasma (Star Wars: Episode I- The Phantom Menace, 1999), La Maldición (The Haunting, 1999), K-19 (2002), Pandillas de Nueva York (Gangs of New York, 2002), Kinsey (2004), Cruzada (Kingdom of Heaven, 2005), Batman Inicia (Batman Begins, 2005) y Desayuno en Plutón (Breakfast on Pluto, 2005), una de sus varias colaboraciones con el realizador -y también irlandés- Neil Jordan.

Sin duda el verdadero punto de quiebre fue Búsqueda Implacable (Taken, 2008), pequeña gran maravilla de Pierre Morel que tuvo dos continuaciones, las de 2012 y 2014 de Olivier Megaton, y que le cambió el perfil hacia la comarca de los héroes recios de antaño y si bien luego se acumularon unas cuantas excepciones que rompen el molde en mayor o menor medida, en sintonía con Cinco Minutos de Gloria (Five Minutes of Heaven, 2009), Sólo Tres Días (The Next Three Days, 2010), Amores Infieles (Third Person, 2013), Operación Chromite (Incheon Sangryuk Jakjeon, 2016), Un Monstruo Viene a Verme (A Monster Calls, 2016), Silencio (Silence, 2016), El Informante (Mark Felt, 2017), Viudas (Widows, 2018) y La Balada de Buster Scruggs (The Ballad of Buster Scruggs, 2018), lo cierto es que sus propuestas más populares a partir de entonces han sido los thrillers de acción que lo tienen como el núcleo indiscutible del relato, pensemos en este sentido en las estupendas Caminando entre Tumbas (A Walk Among the Tombstones, 2014) y Venganza (Cold Pursuit, 2019) y en la gloriosa tetralogía que lo unió con el realizador catalán Jaume Collet-Serra, la compuesta por Desconocido (Unknown, 2011), Non-Stop (2014), Una Noche para Sobrevivir (Run All Night, 2015) y El Pasajero (The Commuter, 2018). Lamentablemente la mediocridad y la repetición han estado asomando sus cabezas vía las redundantes El Protector (The Marksman, 2021) y Riesgo Bajo Cero (The Ice Road, 2021), ambas apenas superadas por la presente Venganza Implacable (Honest Thief, 2020), de Mark Williams.

El guión de Steve Allrich y el propio Williams, un productor reconvertido en director y conocido especialmente por haber creado para Netflix junto a Bill Dubuque la serie Ozark ya que su ópera prima, la previa Un Hombre de Familia (A Family Man, 2016), era de lo más olvidable, cuenta con una premisa algo mucho bizarra que termina englobando a la película en una especie de thriller romántico de acción, aunque no tan divertido como sus homólogos de la década del 60 ni tampoco tan agitado e hiperbólico como los de los 80 y 90: aquí Neeson compone a Tom Dolan, un ex marine experto en demoliciones que robó doce bancos en ocho años hasta que se retiró por amor luego de conocer a Annie Wilkins (Kate Walsh), una estudiante de posgrado de psicología que trabaja de recepcionista en uno de esos parques de depósitos rentados que tienen los yanquis para guardar todo aquello que no les entra en su casa, precisamente donde el señor tiene escondidos los nueve millones de dólares que ha acumulado con estas aventuras delictivas que pretende finiquitar haciendo un trato con el FBI para que a cambio de devolver el dinero y entregarse se le asigne una sentencia reducida de dos años por robo en un presidio de mínima seguridad, debido a que en esencia hablamos de un ladrón de guante blanco/ sin violencia, sin embargo los agentes que reciben la llamada telefónica con la propuesta, Samuel Baker (Robert Patrick) y Sean Meyers (Jeffrey Donovan), envían a ver a Dolan a otros dos, John Nivens (Jai Courtney) y Ramón Hall (Anthony Ramos), quienes se quedan con el dinero e incluso asesinan a Baker.

Williams en sí entrega un film noir rutinario y sutilmente meloso disfrazado de epopeya de acción con vistas a ganarse al público adepto a la faceta madura de Neeson, un intérprete siempre eficaz que en esta ocasión logra una muy buena química con la también grandecita Walsh, digna compañera de elenco gracias a una jugada de casting que evita el típico ardid hollywoodense de ponerle al galán o a la diva de turno un partenaire con una distancia de edad abismal que a la larga ridiculiza el planteo romántico desde el vamos y/ o lo acerca al morbo bobalicón del viejo o la vieja verde. Más allá de latiguillos retóricos usufructuados hasta el hartazgo como el del testigo en peligro, en este caso esa Wilkins que vio cómo los agentes corruptos del FBI se llevaban las cajas con los billetitos de su novio, y el del falso culpable, por supuesto este Dolan al que Meyers en un inicio responsabiliza por la muerte de su querido cofrade, Baker, hasta que comienza a sospechar de las maniobras turbias de sus compañeros/ subordinados, Nivens y Hall, la obra incluye además algunos chispazos de humor eficaz, un desarrollo paciente, una buena dinámica del dúo de villanos -el personaje de Courtney es el psicópata de sangre fría y el de Ramos el padre de familia con problemas de conciencia- y una típica amalgama de detalles inverosímiles y escenas de acción que realmente no molesta porque los personajes no están descuidados y se asemejan a personas de carne y hueso, sobre todo si tenemos en cuenta que sujetos que anhelan un “borrón y cuenta nueva” -como Tom- hay muchos y oportunistas atolondrados que aprovechan a puro maquiavelismo las circunstancias que se les presentan -como estos malditos esbirros que encarnan al Estado- también existen muchísimos en la praxis cotidiana. La participación de Patrick y Donovan, aunque quizás demasiado breve, asimismo suma mucho al convite en su conjunto de la misma forma que el fetiche del protagonista con las bombas caseras y esa antinomia irónica entre el amor de Dolan y Wilkins por un lado y el divorcio de Meyers por el otro, quien en la división de bienes se quedó con el perro de la otrora pareja, Tazzie, y su ex conservó la morada en la que vivían. Venganza Implacable, de todos modos, cae en una medianía cualitativa que jamás llega a redimirse del todo ni con el aire lejano testimonial setentoso ni con la sana crítica a la voracidad capitalista de fondo, basta con recordar que la génesis de la cleptomanía muy elaborada de Tom es una revancha por el suicidio de su padre, un soldador que se mató estrellando su Chevrolet Silverado contra un árbol porque fue despedido de una fábrica de tuberías y para colmo se quedó sin jubilación porque el director general malversó millones de dólares del fondo de pensiones de los empleados…