Varda por Agnès

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

En marzo 2019 nos enteramos de la triste noticia del fallecimiento de Agnès Varda, una de las cineastas más reconocidas de la historia del cine, que significó un gran dolor para el mundo cinéfilo.
Cuando pensábamos entonces que ya no disfrutaríamos de otra de sus películas, como una as en la manga, como legado y una despedida tanto de su vida como de su obra, nos regala “VARDA POR AGNES”, este último documental donde la propia Varda repasa gran parte de su cine y se detiene puntualmente en una gran cantidad de sus realizaciones, desgranando anécdotas de rodaje, sus vivencias, el rol de sus películas en el mercado y su evolución como cineasta.
Esta gran lección cinematográfica de dos horas, está inevitablemente teñida por la melancolía y la tristeza de su pérdida, pero al mismo tiempo la muestra con la entereza y la fortaleza que ha tenido para filmar y vivir día a día en el mundo del cine: una cineasta con una vitalidad que la ha acompañado detrás de la cámara, hasta momentos antes de su muerte.
“VARDA POR AGNÈS” se estructura como el diálogo entre ella y su público, entre ella y sus estudiantes, entre ella y sus mentores, en definitiva, entre ella y su propio cine, su vasta filmografía y el inmortal testimonio a través de su obra.
Sólo por poner un punto de inicio en este recorrido, cabe destacar que Varda ha formado parte de uno de los movimientos más revolucionarios y paradigmáticos del cine, como ha sido la Nouvelle Vague, surgida a fines de la década del ’50 en la que supo pertenecer a un grupo de cineastas de la talla de Eric Rohmer, Claude Chabrol, Jacques Rivette, Jean-Luc Godard y François Truffaut, entre otros.
En un mundo que parecía destinado casi exclusivamente a los directores, ella supo encontrar su espacio dentro de ese movimiento vanguardista, imponiendo una mirada de género cuando casi nadie hablaba de un cine dirigido por mujeres.
Ya desde aquel momento, comienza a tener un estilo propio y bien definido, que ha sabido sostener a los largo de más de seis década de impecable trayectoria, desde su Opera Prima, “La pointe courte”, en 1955. Si bien “VARGA POR AGNÈS” hace un repaso de casi toda su filmografía, el filme podría dividirse en dos mitades.
En la primera se plantea un recorrido de sus momentos más clásicos con los que comenzó a ser reconocida a nivel internacional como fueron “Clèo de 5 a 7” “Sin techo ni ley” o “La felicidad” y al mismo tiempo devela algunas claves de su proceso creativo, las intenciones de su cine, la construcción de su puesta en escena y las diversas técnicas que utilizó para poder expresarse y ganarse ese tan preciado espacio en el cine de autor: el tratamiento del color, la elección de sus temáticas, la búsqueda de otros mercados –como sus films americanos a fines del ‘70-, sus cortometrajes y su técnica en la dirección de actores.
Fundamentalmente hay un punto de inflexión que si bien no se subraya, se cita en detalle y es en el momento en el que filma “Una canta, la otra no”, cuando en pleno 1977, Varda habla de temas que recién hoy, cuarenta años después, están en plena agenda y discusión en nuestro país.
Precursora, vanguardista, sin pelos en la lengua, ya en aquel momento Varda hacia un planteo sobre el cuerpo femenino, sobre las decisiones personales de cada una de las protagonistas, hablando sin tapujos de temas como el aborto y la contracepción, marcando en su obra un territorio activamente feminista, pero sin ningún tipo de planfletos ni oportunismos.
Si hay algo que se resalta en la obra de Varda es lo consecuente que ha sido con su moral, sus propios ideales y la participación que ha tenido en su cine el componente político, interpretado como reflejo social, con esa empatía que ella tenía para encontrar en sus personajes, tanto de ficción como documentales, problemáticas y temas anticipados a su época.
Basta ver “Los espigadores y la espigadora” del año 2000, donde ya trataba temas que se dispararon a nivel mundial mucho tiempo después: yendo desde los espigadores y recolectores del campo hasta llegar a los recolectores urbanos, retrató y dio voz a la gente que buscaba su alimento en la basura ya sea por necesidad o por filosofía de vida.
El reciclado, la ecología, la recolección, el mundo de los residuos, es abordado por Varda anticipándose a todos los movimientos mundiales que posteriormente trataron estas temáticas, logrando una de sus obras más emotivas y creativas que ha dado lugar, posteriormente, a muchas de sus magistrales video-instalaciones.
Pasando por sus grandes creaciones, su amor por Jacques Demy, su familia, sus hijos, el reconocimiento internacional y sus exploraciones más excéntricas como “Daguerrotypes” o “Mur Murs” sobre la calle Daguerre en donde ha vivido y el arte urbano plasmado en los muros de las grandes ciudades, “VARDA POR AGNÈS” es una enorme celebración autorreferencial sobre su obra, aun cuando para los conocedores de su cine, no aporte demasiado más que una hermosa compilación de todos sus trabajos, narrados por ella misma y presentados con la sencillez de una gran artista.
Cerca de la despedida, volvemos a ver uno de sus trabajos más sobresalientes, su emotiva “Las playas de Agnès” y el excéntrico binomio creativo con el artista plástico y fotógrafo JR en “Visages, Villages” que supo acariciar una nominación al Oscar.
Para cuando nos retiremos de la sala, habremos recorrido en dos horas, sesenta años de historia del mejor cine, de la mano de una cineasta que supo ser feminista cuando nadie lo era, que no transó ni se arrodilló ante ningún productor y que se supo ganar un lugar en el mercado, en los círculos más exigentes y en la historia del cine, a pura sensibilidad, talento y una coherencia interna en su obra, que muy pocos otros artistas han podido lograr.
“VARDA POR AGNÈS” es la mejor despedida que uno pueda imaginarse para guardar en el recuerdo a la enorme figura de la pequeña Varda, la abuela revolucionaria del cine francés.