Vaquero

Crítica de Lucía Roitbarg - EscribiendoCine

Ser o no ser

La ópera prima de Juan Minujín muestra la vida de un actor de 33 años que enfrenta una crisis existencial desencadenada, entre otras cosas, por su no pertenencia al “sistema”. El tipo de humor que maneja el director está asociado a cierto sarcasmo relacionado a la visión que tiene el protagonista de su propia vida. Vaquero (2010) logra una conexión casi inmediata con el público y consigue captar las situaciones con verosimilitud y elocuencia.

Julián Lamar (Juan Minujín) tiene un papel protagónico en una obra de teatro pero odia a su compañero de elenco, quien, según él, pretende hacer reír al público robandole las escenas. También desempeña un papel secundario en un film, pero vive acosado por los celos hacia el actor principal, Alonso (Leonardo Sbaraglia), que “seguramente gana en un año lo que él en diez”. Julián tiene la oportunidad de asistir al casting de un film que un reconocido director internacional filmará en Argentina. Apuesta al papel principal, el de un vaquero, pero estará siempre acompañado por sus prejuicios de outsider que lo determinan negativamente.

Vaquero presenta a un personaje que hace equilibrio entre acomodarse a lo socialmente aceptable y la aceptación de más profundas y oscuras fantasías. A medida que la película avanza la tensión es mayor. Pero esa tensión está contenida al exterior; es su interior el que el director sabiamente descubre al espectador por medio de la voz en off de Julián. Desde las primeras escenas del film sabemos qué es lo que piensa sobre el mundo y la gente que está con él, efecto que genera la complicidad automática: somos espectadores activos que reconocemos sus pensamientos sin escucharlos.

Julián vive en un perpetuo desdoblamiento: intenta parecer normal por fuera, pero su voz interior es la de un inadaptado social al borde de caer en un colapso depresivo. Esa dicotomía provoca una comicidad relacionada con la crudeza con que se muestra su vida. Una crudeza que se acrecienta y que convierte a la comedia en algo tragicómico. A la vez que Julián desnuda sus miedos, sus fantasías, su perversión, se hace más evidente la distancia entre el deseo y la realidad, y así Julián se descubre como un personaje patético.

Hay algo que se debe destacar de la película de Minujín: la elección de realizar su ópera prima sobre un mundo que él conoce y al que pertenece. Deja descubrir miserias e hipocresías que son inherentes a este submundo y, si bien dentro de la ficción se relativiza, la intención no deja de ser por momentos crítica. La decisión de hablar sobre un tema familiar le otorga a Vaquero una autenticidad notoria que se refleja en todas las elecciones del director.