Van Gogh: en la puerta de la eternidad

Crítica de Leandro Porcelli - Cinéfilo Serial

Todo film biográfico termina irremediablemente esclavo de la figura histórica que deside explorar. Lo ideal, por supuesto, es que también acabe atado a una interpretación a la altura, por lo que un gran Willem Dafoe nominado al Oscar como Mejor Actor no viene nada mal. El brillo de la nominación le viene bien a una película que, en una de las ediciónes del Oscar con mayor promedio de taquilla en la historia, destaca entre otras nominadas por la poca cantidad de ojos que acabarán disfrutandola en la gran pantalla. No es un proyecto que aspire a cientos de millones ni mucho menos, y viene apenas dos años luego del estreno de (la también nominada al Oscar) “Loving Vincent”. Pero afortunadamente se trata de un film diferente en todo sentido posible, que logra evocar el espíritu de Van Gogh de una forma única.

Su director, Julian Schnabel, es también pintor. Aunque, por supuesto, es fácil olvidarlo cuando durante los 00s se cansó de recibir los más grandes galardones cinematográficos en Cannes (donde ganó Mejor Director en el 2007), los Oscars, BAFTAs y hasta cuatro nominaciones por el León de Oro en Venecia. Pero su pasión y renombre en el circuito artístico terminó manteniendo viva la idea de esta película durante muchos años, hasta que finalmente se decidió a volver al ruedo tras casi una década desde su último film. El resultado es un retrato íntimo, errático y de una belleza incontrolable.

Anclada por supuesto en un maravilloso Willem Dafoe, que logra poner en crueles términos terrenales la figura emblemática e inmortal del artista que hasta hoy en día representa no solo la idea del artista torturado sino también del éxito póstumo. La presencia de Oscar Isaac e incluso un cameo del gran Mads Mikkelsen sirven para condimentar un proyecto que de todas maneras no está interesado en virar mucho de su protagonista. Incluso el estilo visual del film se encarga no solo de retratar de forma apropiada vivencias ya bastante conocidas, sino también ensuciarlas con el realismo justo como para que el contraste logre hacer brillar lo máximo posible toda su tragedia y esperanza. Es un film realizado con un estilo particular que referencia los trabajos de Van Gogh, combinando un realismo ultraestilizado, cómodo con sus propias imperfecciones.

La ambición visual y la interpetación protagónica son dos faros que se encargan de iluminar la película en todo momento, pero de todas maneras se encuentra perdido en muchas ocasiones debido a un guion pretensioso por de más. A pesar de ello, es realmente una experiencia que consigue triunfar por sobre el producto final, entregando un proyecto a la altura del espíritu salvaje de su trágico protagonista. Aquellos que logren conectar con las cualidades tan particulares del film van a encontrar una biopic con el valor suficiente para atreverse a ir más allá de lo ordinario, algo que todas las películas sobre gente extraordinaria deberian tener como prioridad.