Van Gogh: en la puerta de la eternidad

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Viaje a la soledad de un artista

“Theo, hoy no tengo cinco francos para poder comer…”, decía en una de sus cartas Van Gogh a su hermano. En la actualidad sus pinturas valen millones de dólares. Pero que existió más allá de esas telas colgadas en alguna pared de galerías o colecciones particulares, un alma hipersensible que sufrió los avatares de su tiempo, la incomprensión de sus pares y de una sociedad que lo consideraba loco. “Loco” es el apodo que se coloca a todo aquel que no se puede encasillar dentro de los estándares convencionales de la sociedad. Y como van Gogh no encajaba en ellos, para el común denominador de esa sociedad de principios a finales del XIX y “aún en la actual”: era un loco.

Van Gogh fue el pintor de la metamorfosis, en vez de líneas y formas pintaba objetos de la naturaleza inerte que parecían movidas por convulsiones. Antonin Artaud en su libro “Van Gogh, el suicidado por la sociedad”, decía: “Lo que más asombra de Van Gogh, el pintor de todos los pintores, es que, sin escapar de lo que se llama y es pintura, sin dejar de lado el tubo, el pincel, el encuadre del motivo y de la tela, sin apelar a la anécdota, a la narración, al drama, a la acción con imágenes, a la belleza propia del tema y del objeto, logró infundir pasión a la naturaleza y a los objetos en tal grado que cualquier cuento fantástico de Edgar A. Poe, de Hernan Melville, de Nathaniel Hawthorne, de Gerard de Nerval, de Achim d’Armin o de Hoffmann, no aventajan en nada dentro del terreno psicológico y dramático, a sus telas de dos centavos, sus telas, por otro lado, casi todas de dimensiones sobrias, como respondiendo a un fin determinado”.

Julian Schnabel, más plástico que cineasta (“Basquiat” (1996) sobre Jean Michel Basquiat poeta, músico, dibujante y pintor que muere a los 28 años, “Antes que anochezca” (2000), sobre el escritor cubano Reinaldo Arenas, “La escafandra y la mariposa” (2007), “Berlín” Documental (2007), “Miral” (2010) sobre su expareja la periodista y escritora palestina Rula Jebreal ) , se anima a bucear en la historia de Vincent Van Gogh desde la mirada de un pintor, que sabe cuántos tonos de azul o amarillo puso en cada cuadro el artista. Y a partir de ellos hacer un retrato de un hombre que luchó contra la incomprensión.

Van Gogh expresaba: “En el estudio del color, siempre tengo la esperanza de encontrar algo allí dentro. Expresar el amor de dos enamorados por la unión de dos complementarios, su mezcla y sus oposiciones, las vibraciones misteriosas de tonos aproximados. Expresar la esperanza por alguna estrella. El ardor de un ser por la radiación del sol poniente”.

Julian Schnabel en su filme “Van Gogh: En la puerta de la eternidad” rescata ese sentimiento de Van Gogh e introducirá al espectador en el universo de dos complementarios, en su mezcla y oposiciones, en las que brillará con luz propia un actor-objeto: Willem Dafoe.

Julian Schnabel además de pintar grandes lienzos mixtos, está claramente obsesionado con hacer películas sobre los límites de la creación, la adversidad y la vida de los artistas. Con sus pinturas, Schnabel se resiste a los encasillamientos; como cineasta, está interesado en invitar a los espectadores a conocer el espacio más íntimo de estas figuras culturales de todos los tiempos.

Schnabel no es el primero en ir en busca del alma de Van Gogh, y moverse por un camino que ya transitaron Vincente Minnelli – George Cukor (Sed de Vivir, 1956), Maurice Pialat (Van Gogh, 1991), Akira Kurosawa (Los sueños de Akira Kurosawa, 1990), Robert Altman Vincent Theo (1990), o más recientemente la bellísima película de animación “Loving Vincent” (2018). Schnabel a diferencia de ellos va en busca del espacio íntimo de un hombre cuya revolucionaria soledad e incomprensión en parte elegida, pero sobre todo obligada por una sociedad que castigaba sin conmiseración su extravagancia.

Van Gogh pintaba como alucinado, a través de un trance que lo obligaba pintar como por orden divina. El filme traduce esa intensa comunión entre el artista y la naturaleza, en una serie de secuencias bucólicas y líricas rodada en los campos de Provenza.

“En la puerta de la eternidad” (At Eternity's Gate) es el título de una obra de Van Gogh que finalizó meses antes de su trágica muerte. Jean –Claude-Carrière en una entrevista sostiene: “En el cuadro, que se titula “A la puerta de la eternidad”, y le da el título al filme, aparece un anciano sentado en una silla, encerrado en sí mismo, ocultándose del exterior, con los puños apretados sobre los ojos. Casi una proyección del alma del artista, a menudo puesta a prueba por el conflicto total entre su alma y la sociedad que no lo entiende y lo relega a los márgenes. La idea del filme surgió frente a ese cuadro que observábamos en silencio con Julian. Allí germinó el concepto de ir más allá de filmar una biografía, Schnabel decidió concentrarse en las posibilidades del quehacer artístico. “At Eternity’s Gate” es una reflexión sobre ¿Cómo hizo van Gogh esas pinturas? ¿Cómo se hace ese tipo de arte? ¿Qué tan lejos de la sociedad tenía que ir para lograrlo? ¿Cuánto necesitaba de la naturaleza y el entorno?

“En la puerta de la eternidad” (At Eternity's Gate) es un filme plagado de elipsis, que escapan al ojo del espectador, pero están ahí, agazapadas tras una leve imagen, como el puro goce libertino de los placeres sexuales y la puesta en práctica de una virilidad basada en la potencia y la violencia. El origen de la mutilación de la oreja es borroso. Schnabel, ayudado por Jean-Claude Carrière, deja en un increíble fuera de campo la más famosa anécdota del pintor.

Schnabel no se pierde ni regodea en sus imágenes, las ofrece claras y potentes y para ello sigue a Dafoe/ van Gogh con una cámara incisiva que se acerca o aleja de su rostro, ofreciendo no sólo el aspecto exterior, sino el interior del personaje en esos arrebatos de pasión y locura que lo caracterizaban. En una de esas secuencias se produce el encuentro con Gauguin (Oscar Issac), el único entre todos los artistas parisinos que parecía estar en consonancia con sus ideales pictóricos y su visión sobre una estética diferente. En una de las cartas que Vincent van Gogh envió a su hermano Theo, refiriéndose a su modo de ver la pintura en el remitente escribió que: “un grano de locura puede ser el origen del mejor arte”.

Esas discusiones sobre arte –en particular acerca del movimiento impresionista– que Van Gogh mantendrá con Gauguin le cederán el lugar a una serie de imágenes cinematográficas expresionistas (algún guiño a Murnau, en particular el de El último hombre -1924), un detalle para nada fuera de lugar ya que vincula la obra del holandés con una de las expresiones pictóricas más importantes del futuro cercano. Desde luego, varias de las pinturas/copias que pueden apreciarse en la película no fueron realizadas por Dafoe, sino por la mano de Schnabel.

Vincent van Gogh en la actualidad se conoce que fue asesinado y que no se suicidó como se creía. También se sabe que su existencia fue un calvario a semejanza del personaje de Albert Camus en “El extranjero” que sentía esa angustia del vacío de la vida y fue apuñaleado por el absurdo cotidiano.